Efemérides Históricas Oranenses - 18 de abril de 1964: EN UN ENFRENTAMIENTO CON LA GUERRILLA, MUERE EL CABO ROMERO
Hace hoy sesenta años
la zona de Orán fue epicentro de un hecho trágico: el primer enfrentamiento en
territorio argentino entre un grupo guerrillero y fuerzas de seguridad nacional.
El “Ejército Guerrillero del Pueblo” comandado por el periodista cordobés Jorge
Masetti (quien había sido entrenado por el “Che” Guevara) pretendía producir en
nuestro país una revolución, siguiendo el modelo cubano. Eligieron la selva
oranense como lugar para entrenar a unos 30 insurgentes provenientes de otras
provincias y de Cuba. El personal del Escuadrón 20 de Gendarmería logra
localizar a los guerrilleros en cercanías de Colonia Santa Rosa, y el 18 de
abril les tiende una emboscada en Río Piedras. En el enfrentamiento con el
grupo insurgente muere Juan Adolfo Romero, gendarme nacido en Tartagal, quien luego
será ascendido a Cabo pos mortem. Acosados por la Gendarmería y el hambre, todo
los guerrilleros terminarán muertos, o serán atrapados y luego juzgados en
Salta.
Se reproduce a continuación un artículo del periodista Hugo Martin.
A 60 AÑOS DE LA
OPERACIÓN SANTA ROSA, CUANDO LA GENDARMERÍA COMBATIÓ A LA PRIMERA GUERRILLA
CASTRISTA EN ARGENTINA
Por
Hugo Martin, Infobae (4/02/2024).
A
mediados de 1963, el Ejército Guerrillero del Pueblo, al mando del “Comandante
Segundo” Jorge Masetti, se instaló en la zona de Orán, Salta. A mitad del año
siguiente, habían fracasado. Los cuerpos de Masetti y de otro guerrillero jamás
fueron hallados. El comandante de Gendarmería Ángel Ricardo Cerúsico, a sus 80
años, recuerda cómo terminaron con aquella incipiente amenaza. Un relato donde
las armas no fueron las principales protagonistas, sino el hambre. Fotos
históricas del operativo.
El
joven gendarme cruza el río sobre un puente precario. En fin, llamarlo “puente”
es un exceso: son dos troncos cruzados por maderas que crujen y se levantan
bajo el peso de las botas. Sostiene una carpa enrollada sobre un hombro.
Adentro va su ropa. De su mano izquierda cuelga una alforja. En la derecha
aferra un bastón para no perder el equilibrio. Detrás, se adivina un fusil. Del
cinturón, su pistola. A su alrededor, otros camaradas aguardan su turno para
atravesar el cauce caudaloso de un afluente del río de las Piedras, en la zona
de Orán, en Salta. Delante asoman dos fusiles apoyados contra las piedras. La
fotografía data del otoño de 1964. Pasaron 60 años. En la comodidad de su casa,
el comandante Ángel Ricardo Cerúsico mira la fotografía blanco y negro, a los
20 años y en pleno Operativo Santa Rosa, cuando era sub alférez de Gendarmería
y pertenecía al Escuadrón 20 de Orán. Cerúsico, tucumano, por esa época recién
había egresado de la Escuela de Oficiales de Gendarmería Martín Miguel de
Güemes en La Matanza, Buenos Aires. Y era parte de la avanzada que combatió a
la primera guerrilla castrista que se aventuró en territorio argentino.
La
invasión comenzó el 21 de junio de 1963, cuando unos diez hombres cruzaron el
río Bermejo desde Bolivia hacia Argentina, en la zona de Orán, Salta. Era una
de las fases de la llamada “Operación Penélope”, urdida en Cuba por el Che
Guevara. El viaje había sido largo: luego de salir de La Habana en noviembre de
1962, pasaron por Checoslovaquia, Argelia y Brasil. Al frente marchaba el
periodista argentino Jorge Masetti bajo el alias de “Comandante Segundo”. Era amigo
personal del Che, fundador de la agencia de noticias Prensa Latina y había
adquirido instrucción militar en La Habana. Con él, entre otros, estaba el
cubano Hermes Peña (Capitán Hermes), hombre de confianza de Guevara, miembro de
su guardia personal. También Federico Evaristo Méndez (llamado Basilio), Ciro
Roberto Bustos (alias Laureano, que reaparecería en 1967 junto al Che Guevara
en Bolivia) y Leonardo Werthein (alias Fabián), que era el médico. Lo primero
que hicieron al pisar suelo argentino ese 21 de junio fue jurar como miembros
del EGP, el Ejército Guerrillero del Pueblo, con la fórmula “revolución o
muerte”. Luego de recorrer varias semanas la zona, regresaron a Bolivia, donde
tenían una casa de seguridad en la finca adquirida por espías argelinos.
El EGP
volvió a penetrar en el norte argentino entre el 23 y el 24 de septiembre de
1963. Algo había cambiado en nuestro país desde la primera incursión: Arturo
Illia había ganado las elecciones a través del voto popular (aunque con un
gigantesco asterisco: el peronismo estaba proscripto) y asumiría pocos días
después, el 12 de octubre. Ya no había una dictadura, sino una democracia. No
obstante, los miembros más encumbrados del EGP debatieron qué hacer y
decidieron seguir adelante. El plan que perseguían era la instalación de
campamentos en una zona cercana a los ingenios azucareros de Tabacal, en Salta,
y Ledesma, en Jujuy. Luego, sumar pobladores para sus propósitos y lograr
establecer una “zona liberada” en la frontera con Bolivia para facilitar, desde
allí, la llegada de Ernesto Guevara (que sería el Comandante Primero) e iniciar
una revolución a la cubana. La primera revolución castrista en Sudamérica.
Soñaban con emular a Fidel en Sierra Maestra. La realidad es que les sucedió lo
mismo que a la guerrilla del Che en Ñancahuazú, Bolivia, cuatro años después.
Durante
poco más de dos meses recorrieron la zona y prepararon bases logísticas en la
zona salteña de Orán, en parajes denominados “Anta Muerta”, “San Ignacio”, “La
Galería”, “La Toma”, “El Alisal”, y “Río Piedras”. Habían logrado reunir
alrededor de 50 guerrilleros, y un grupo de unas 15 personas como apoyo
logístico. La mayor parte de los combatientes fueron entrenados en un
campamento del EGP en Icho Cruz, Córdoba, bautizado “Camilo Cienfuegos”, como
el jefe guerrillero cubano. El lugar fue desmantelado por la policía en marzo
de 1964, que capturó a siete potenciales guerrilleros, uno de ellos menor de
edad.
A poco de andar, la tropa de Masetti se dio cuenta que la zona no era sencilla. El lugar elegido por el Comandante Segundo era inhóspito, escarpado, lleno de alimañas, como serpientes e insectos que no los dejaron en paz y fueron un tenaz enemigo. El nerviosismo comenzó a tomar por asalto a los guerrilleros: dos de ellos, a los que la situación había sobrepasado, fueron fusilados por orden de Masetti y Hermes: se trataba de Adolfo Rotblat (“Pupi”) y Bernardo Groswald (“Nardo”). Las circunstancias que narran aún los sobrevivientes son terribles. “Pupi” comenzó a atrasar a la columna por sus ataques de asma, sus desmayos y debilidad. Cuando pidió renunciar a formar parte de la guerrilla fue su fin: lo condenaron a muerte. El caso de “Nardo” es similar: estaba débil por la exigencia física del monte, no se higienizaba, desobedecía las órdenes, lloraba a menudo y hasta sus propios compañeros revelaron tiempo después que se masturbaba frecuentemente. También fue ejecutado.
No pasó
demasiado tiempo hasta que los movimientos del EGP fueron detectados. El
comandante Cerúsico explica: “Ellos comenzaron a hacer reconocimientos en la
zona, prácticas de tiro. Usaban uniformes de fajina y equipamiento de última
generación. En el 63, Masetti escribe una carta a los campesinos, pero dirigida
al doctor Illia, donde dice que ha ganado las elecciones en forma fraudulenta,
que renuncie, que ellos van a recuperar las tierras que son de los ingenios…”.
Luego que apareció la carta, el presidente Illia ordenó que se los detuviera. Cerúsico recuerda la frase exacta: “Dijo que se iniciaran las acciones para preservar la soberanía nacional, la democracia y los bienes nacionales, provinciales y privados”. Al frente se puso a la Gendarmería Nacional, en esa época comandada por Julio Alsogaray (hermano del economista y fundador de la Ucedé, Álvaro) y con Héctor Báez a cargo de las tropas en Salta. La fuerza, que por esos años pertenecía al Ejército, ubicó su base en la Colonia Santa Rosa, una pequeña población cercana a Orán, y bautizó el operativo con ese nombre.
Para
principios de 1964, el EGP tenía una red de reclutamiento en Córdoba y Capital
Federal, un apoyo en Bolivia a través del Partido Comunista de ese país, al
campamento de Tarija había llegado José Tamayo (un capitán del ejército cubano)
y en el grupo de Masetti se había producido el arribo de Alberto Castellanos,
quien era chofer del Che Guevara. Lo que no sabían es que entre el grupo de
guerrilleros había dos infiltrados de las fuerzas de seguridad argentinas:
Víctor Fernández y Alfredo Campos.
La
primera acción militar del EGP estaba planeada para el 18 de marzo, cuando
pensaban copar el pueblo salteño de Yuto. Era un objetivo modesto, pero les
garantizaría repercusión nacional. No contaban con que su presencia en la zona
había sido detectada. En la causa 56.903 que se inició en Salta contra los
guerrilleros que luego fueron detenidos figuran los testimonios de tres
pobladores, los hermanos José y Antonio García y Pedro Castaño, que decían
haber hablado con “personas extrañas”... “armados con armas automáticas,
vestidos iguales, con el pelo y barba crecidos”. Gendarmería ya estaba detrás
de sus pasos. El 4 de marzo -como cuenta Juan Bautista Tata Yofre en su libro
“Fue Cuba”- se capturó en el paraje Río Colorado, sin llegar a combatir, a Raúl
Dávila, Lázaro Henry Lerner, Federico Frontini, Oscar del Hoyo y los mencionados
Fernández y Campos. En el expediente consta el testimonio del Sargento Ayudante
Herminio Dal Molin, que relata la forma en que los apresaron: aguardaron que
llegara una camioneta que les llevaba provisiones y luego siguieron su rastro
hasta la espesura del monte, donde los atraparon.
Al día siguiente fue hallado el campamento de La Toma. Cuenta Cerúsico: “Nos informaron que en la zona de Los Toldos, cerca de la Colonia Santa Rosa, había gente de uniforme, con armamento. Entonces nos enviaron a ver de qué se trataba. Nos encontramos con el principal depósito logístico de ellos, el más grande que tenían. Había armamento, como fusiles automáticos M16 norteamericanos, que nosotros habíamos visto en las películas nomás, bazokas de origen ruso, pistolas ametralladoras Thompson y mucho dinero…”. En contraste, recuerda el gendarme, “nosotros usábamos una carabina Mauser, una pistola calibre 11.25 Ballester Molina… Lo más moderno era la pistola ametralladora Halcón 9 mm. de del 51″.
Comentarios
Publicar un comentario