¿Arias fue un héroe o un traidor?
¿Arias fue un héroe o un traidor?
SOBRE HÉROES Y MONUMENTOS, por
Gustavo Álvarez (Orán)
. “Solía
decirse que los hechos hablan por sí solos. Es falso, por supuesto. Los hechos
sólo hablan cuando el historiador apela a ellos: él decide a qué hechos se da
paso, y en qué orden y contexto hacerlo” (Hallet Carr,
Edward (1965). ¿Qué es la historia? Barcelona: Seix
Barral, pág. 15)
El Grupo LePEB
(Letras por el Bicentenario de Orán) se ha propuesto desde el año 2010
reivindicar y difundir la valiosa contribución de nuestro Norte Heroico a
la lucha por la Independencia, rescatando particularmente la participación de
Orán en aquellas circunstancias históricas. En este sentido hemos planteado la
deuda histórica que mantenía nuestra ciudad con la memoria del Coronel Manuel
Eduardo Arias, quien organizó la defensa de nuestro territorio y combatió a las
fuerzas realistas durante la Guerra Gaucha bajo las órdenes del heroico General
Martín Miguel de Güemes. Este trabajo de varios años culminó en 2019 con la
donación al Municipio por parte del Grupo LePEB de un busto de Arias realizado
por el artista Santos Vergara para ser colocado en la Casa del Bicentenario
local. Coincidentemente, se llevó a cabo la inauguración por parte del Gobierno
Municipal de un monumento ecuestre del Coronel Arias en una plaza homónima,
hechos que han despertado comentarios negativos por parte de algunos
historiadores y adherentes guemesianos.
Debido a los
debates que han despertado estos homenajes y la circulación de
opiniones a favor y en contra de Arias en algunas redes sociales, me propongo
compartir por este mismo medio algunos datos sobre el tema que de manera más
general ya he presentado en mi libro (Manuel Eduardo Arias: héroe olvidado
por Salta. Salta: Mundo Editorial, 2018). La intención de estas reflexiones
es la de aportar una perspectiva diferente a la difundida durante esos debates
sobre la figura de Manuel Eduardo Arias y su actuación en la lucha por la
Independencia.
La tesis principal
de esta presentación podría resumirse así: mas allá de su destacada
participación en la lucha por la Independencia, el papel de Arias no puede
entenderse sino en aquel complejo contexto histórico en el que nuestros
patriotas, al mismo tiempo que asumieron con total claridad el compromiso por
la libertad americana luchando contra las fuerzas realistas, se enfrentaron
entre sí por diferencias de ideas e intereses, lo que configuró una verdadera
guerra civil en la que terminaron involucrados casi todos aquellos grandes
hombres. Esta idea, que sin duda necesita un desarrollo
mayor y será motivo de una futura publicación, es la que a continuación presento
brevemente.
1.
1. Arias y su enfrentamiento con Güemes.
Los homenajes a
Arias tienen su fundamento en datos hace tiempo acreditados históricamente:
Güemes designó le encomendó la defensa del camino que por entonces unía
Humahuaca con Orán, a través del abra del Zenta y San Andrés. Con los gauchos
de la zona Arias defendió la ciudad de Orán de las invasiones realistas en
enero de 1817, y logró el 1° de marzo del mismo año un histórico triunfo en la
Batalla de Humahuaca contra las poderosas fuerzas del Mariscal De la Serna.
Estos y otros méritos militares le valieron el reconocimiento de Güemes, una
condecoración solicitada por Belgrano y el asenso a Coronel Graduado por parte
del Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón. Sus cualidades como Comandante
de gauchos en numerosos enfrentamientos contra las fuerzas realistas son la
razón del reconocimiento que se le tributa principalmente en la provincia de
Jujuy como un distinguido luchador por la Independencia. Todo esto está basado
en datos que se hallan fielmente documentados por destacados historiadores
como Joaquín Carrillo (Historia Civil de Jujuy. Buenos Aires,
1877), Jacinto Yaben (Biografías Argentinas y Sudamericanas. Tomo 1.
Buenos Aires, 1936), Félix Infante (Manuel Eduardo Arias, su vida, su
drama. Jujuy 1966), o el historiador salteño Bernardo Frías (Historia
de Güemes y de Salta, Tomo III y IV. Salta 1911) entre otros.
Arias
también es considerado un personaje polémico, especialmente por su
enfrentamiento con Güemes a partir del año 1819, hecho que habrá que
interpretar dentro del clima de desgaste producido luego de casi diez años de
guerra, los reclamos de las burguesías comerciales locales contra las
contribuciones exigidas para el sostenimiento de la guerra, las tensiones
existentes entre el Gobernador Güemes y el Cabildo de Jujuy por cuestiones de
autonomía, y las diferentes posturas en torno a cómo terminar con la guerra.
Esta oposición de ideas y posiciones derivó en la conformación de un partido
opositor al gobernador, la “Patria Nueva”, como miembro del cual Arias
participa en un intento de derrocamiento contra Güemes.
La existencia
de un partido contrario a Güemes durante la lucha por la Independencia se dio
en un momento de creciente descontento por parte de algunos sectores acomodados
e ilustrados de la población salto-jujeña: “los sectores opositores, bajo el
apelativo de “Patria Nueva” o los “nuevos patriotas” inician la construcción de
un “nuevo orden” que pretende fundar institucionalmente a la Provincia, en
oposición al “desorden” y “tiranía” con el que estigmatizan a la gestión de
Güemes” (Marchionni, Marcelo; Caretta, Gabriela Alejandra. Entre
la ciudadanía y la feligresía. Revista Andes, núm. 11, año 2000.
Universidad Nacional de Salta). Este complejo proceso fue protagonizado
por abogados, comerciantes, militares y religiosos que no hallaron dificultad
en conciliar su pertenencia a la “Patria Nueva” con su reconocido patriotismo,
como los salteños Facundo de Zuviría, Francisco de Gurruchaga o Antonio Álvarez
Arenales; o jujeños como el Canónigo Juan Ignacio Gorriti, Teodoro Sánchez de
Bustamante, y Agustín Dávila, entre otros. Por otro lado, los partidarios de
Güemes conformaron otro partido bajo el título de la “Patria Vieja”: tanto uno
como otro grupo se consideraban defensores de la Patria, y como afirma el
historiador Atilio Cornejo, entre ellos “se advertía cierto matiz en pugna
de la democracia de Güemes, a la aristocracia republicana de los otros. Pero en
ambos, un sano patriotismo y un amor al terruño no desmentido” (cfr. Historia
de Güemes. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1946, pág. 386). La
conformación de la “Patria Nueva” respondería así a un proyecto político
diferente al encarnado por Güemes, y al “alejamiento de quienes sostenían
aspiraciones autonómicas y republicanas frente al centralismo porteño que en
1819 había logrado elaborar un proyecto constitucional, aceptado por Güemes,
que favorecía la posibilidad de establecer un sistema de gobierno monárquico
para las Provincias Unidas de Sud América” (Mata, Sara Emilia. La
herencia de la Guerra: Salta (1821-1831). Revista electrónica Nuevos
Mundos, Debates, 2012).
En este contexto
de enfrentamiento de diferentes proyectos políticos, los movimientos sediciosos
contra las autoridades, lejos de ser algo extraño o excepcional, se dieron como
una forma de resolver los conflictos políticos muy propia de la época. Más allá
del hecho obvio de toda la lucha por la independencia puede ser vista como un
movimiento sedicioso de los patriotas americanos contra la “autoridad
constituida” del imperio español, los enfrentamientos armados contra
las autoridades fueron durante mucho tiempo una forma de
sublevación “lícita”. Así se interpreta generalmente la “desobediencia
justificada” (cfr. Fernández Cristina. De la discordia al Pacto.
Buenos Aires, Editorial CEPAS. 2009, pág.7) de Güemes cuando se reveló contra
la autoridad militar de Rondeau y la autoridad política del Directorio de
Buenos Aires. O cuando después de la muerte de Güemes, sus partidarios
pertenecientes a la “Patria Vieja” participaron de distintos alzamientos, como
el realizado contra el Gobernador Antonio Álvarez Arenales de 1824. Según
afirma el biógrafo español de Arenales, Jesús Canales Ruiz, “entre sus
cabecillas está Manuel Puch, yerno de Gorriti y cuñado de Güemes, el coronel
Francisco Velarde, también deudo de Güemes y Magdalena Güemes, mujer de gran
carácter y poseedora de una gran cultura, casada con el rico comerciante Ramón
Tejada, que con sus dineros subvencionó las actividades… entre los planes de
los amotinados está el asesinato del canónigo Gorriti, el Dr. Zuviría y demás
cabecillas del partido Patria Nueva” (Canales Ruiz Jesús. El
General Arenales. Santander: CEM. 1999. Pág. 163-164).
A esto debe
sumarse el antiguo conflicto entre los gobiernos de Salta y de Jujuy, que
recrudeció en 1815 a partir del nombramiento de Güemes como gobernador del
territorio salteño sin el debido consentimiento del Cabildo de Jujuy. Este
último resistió la autoridad del Gobernador de Salta, debido a que por
entonces “dos principios confrontaron: el Cabildo de Jujuy se
amparó en la antigua tradición colonial que otorgaba análogo status a todas las
ciudades; el de Salta, en cambio, se fundamentó en la estructura administrativa
heredada de las reformas borbónicas que lo habían ubicado como capital de
Intendencia” (Di Pasquale, Mariano. La gestión de Álvarez de
Arenales. Revista Complutense de Historia de América, 2009, vol.
35, 209-231).
Respecto al
intento de derrocamiento contra Güemes que lleva adelante “Patria Nueva” en el
año 1819 (intento que de hecho nunca llegó a concretarse), es probable que el
mismo Gobernador considerara a Arias como uno de involucrados por su
pertenencia a “Patria Nueva”, aunque no directamente responsable de la asonada.
Esta afirmación se sostiene en el hecho de que, una vez realizadas las
averiguaciones pertinentes, Güemes determinó el fusilamiento de Mariano
Benítez, el cabecilla del alzamiento (sentencia que finalmente no se cumplió),
en cambio Arias fue “confinando” a Tucumán (cfr. Bernardo
Frías, op.cit. Tomo IV, pág. 532). Este relevante dato debería ser tenido en
cuenta, a sabiendas que la pena que le cabría en caso de considerarlo
corresponsable hubiera sido sin duda el fusilamiento, mientras que el destierro
era más bien el destino común de los opositores. Era en todo caso una sanción
menor comparada con la aplicada a Benítez, que nos permite suponer que Güemes
no encontró motivos suficientes para considerar a Arias merecedor de la pena de
muerte o de la prisión.
Aunque hoy pueda
juzgarse inoportuno el accionar de Arias contra Güemes, cabría también la
posibilidad entender este hecho en el contexto de su humanidad personal,
limitada y no exenta de errores. "Si se excedió fue solo fruto de la
imperfección de toda obra humana, y esto decimos, porque está
fuera de duda que la buena fe acompañaba sus actos" (FRÍAS B. op. cit.
Tomo IV, pág. 581) es la iluminada frase con la que uno de los principales
biógrafos de Güemes explica lo que él mismo califica unas páginas antes como
"el gran pecado de su vida pública, por el cual no podrá absolverlo la
historia": se trata de la "tiranía de Güemes", hecho
histórico que el autor mismo se ocupa de exponer elocuentemente (FRÍAS B. op.
cit. Tomo IV, págs. 572- 582). Con lo que queda claro que aún los más profundos
errores que puedan haber cometido aquellos hombres de carne y hueso, en nada
mellan su heroicidad en la lucha por la libertad americana.
2.
2. Arias y sus “negociaciones” con Olañeta.
No existe prueba
documental de ningún acto de Arias traicionando la lucha por la independencia.
Las acusaciones de traición (de las que los distintos bandos se acusaban
mutuamente y ni el mismo Güemes se libró en su enfrentamiento con Rondeau) se
han construido basadas principalmente en una cita del texto del Capitán español
García Camba (Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú.
Madrid, 1846), en la que este militar realista afirma que “…el caudillo
Arias le hacía (a Olañeta) proposiciones de acomodamiento,
prometiendo coadyuvar a que la Provincia de Salta volviese a la dependencia de
España..." (pág. 394). Por un lado, el capitán español García Camba no
referencia el origen de dicho dato, y en Historia sabemos que no alcanza con
que algo esté escrito para ser cierto: utilizando el mismo método cualquier
aficionado a la historia encontrará numerosas fuentes documentales en las que
Güemes es tratado de “tirano”, pero ello no habilita a considerar que aquello
es una verdad histórica, sino solo una opinión de quienes así lo consideraban.
Hay que recordar
que unas pocas páginas más arriba García Camba acusa al mismísimo Güemes de
“traidor” a la causa independentista durante su conflicto con
Rondeau en 1816, en base a informaciones de Olañeta: “la desavenencia
entre Güemes y Rondeau había sido tan seria que amenazó el primero unirse con
su gente al ejército real, si el segundo lograba sobre él alguna ventaja” (García
Camba, op. cit. pág. 207), y si hemos de atribuirle fidelidad a la fuente… Pero
en realidad este dato solo deja claro que desde el punto de vista de Camba
cualquier desavenencia o disensión dentro del bando americano es vista como una
oportunidad para señalar el nulo patriotismo de sus enemigos, que son capaces
de “cambiar de bando” de acuerdo a su conveniencia, cosa que afirma de Güemes,
de Arias y de tantos otros.
Por otro
lado, al leer la cita referida a Arias dentro del texto completo, puede
notarse que la intención de García Camba es demostrar “la halagüeña
perspectiva que ofrecía la gastada revolución en los términos de la provincia
de Salta” en el año 1819, dando entre otras razones el cobarde abandono de
la lucha por parte de todos los coroneles “de las quebradas desde Humahuaca
al Volcán” con sus respectivos escuadrones de gauchos, quienes según el
autor “pedían protección y ofrecían unirse a las armas españolas”. Esta
apreciación se condice con la despectiva mirada que García Camba tiene en
general sobre los revolucionarios americanos, a los que desde la introducción
de su libro considera de un “proceder ingrato y aún villano”, ya
que según su perspectiva “la España procuró organizar sus establecimientos
ultramarinos colmándolos de beneficios y privilegios, bien podía y debía
esperar de sus hijos en el nuevo mundo otro género de correspondencia de la que
halló…” (págs. III y IV). Cabe la pregunta acerca de qué tipo de
objetividad histórica deberíamos adjudicarle como fuente documental a esta
obra, obviamente subjetivada por una mirada “enemiga” de la causa americana. Si
bien el texto de García Camba es una importante referencia para entender el
punto de vista de un militar del ejército español sobre la etapa
independentista, su valor como prueba documental no es necesariamente
concluyente, lo que se aplica también a su afirmación sobre Arias. Este mismo
criterio de análisis podría ser utilizado con otras fuentes similares (cfr.
Güemes, Luis. Güemes Documentado. Tomo XI, pág. 27. Oficio de
Olañeta a De la Serna).
Un método
histórico factible al respecto podría ser confrontar esa fuente con otras, como
haremos más adelante con otros documentos históricos (ver apartado 4). En este
caso propongo confrontar el dato tomado de García Camba con un hecho que
aparece recogido en la “Historia de Belgrano” de Bartolomé Mitre, tomado de los
partes de guerra que Arias dirige a Güemes. Allí se relata un hecho
que muestra otra realidad en la relación entre Arias y Olañeta: en
oportunidad de quedar Arias combatiendo frente a Olañeta, y cuando este le
hiciera llegar una propuesta para pasarse al ejército realista, Arias “le
contesto con un tiro de fusil y al dar cuenta de este hecho a Güemes el día 3
de aquel mes dice: nadie se pasa a pesar de hallarse muchos de mis soldados en
cueros vivos” (cfr. Mitre, Bartolomé. Historia de Belgrano. T.
3°. Buenos Aires 1927, pág. 164. Citado por Yaben, J. op. cit. pág. 11).
Señalemos también
que aún en el caso de que existiera algún tipo de contacto o tratativa de Arias
con Olañeta, ello no justificaría por sí solo una acusación de traición a las
ideas independentistas. Recordemos en primer lugar, que durante la guerra no
todo era enfrentamiento, y las “negociaciones” con el enemigo se realizaban
constantemente por distintos motivos, como podemos ver por ejemplo a través de
la abundante correspondencia de Güemes con el Mariscal español De la Serna para
el intercambio de prisioneros (cfr. Bernardo Frías, óp. cit. Tomo IV, pág.
118). Ya en su tiempo muchas de esas negociaciones fueron controvertidas:
citemos por ejemplo la participación del General San Martín en las
negociaciones de Punchauca, realizadas en persona por el Libertador el 2 de
junio de 1821 con el ya por entonces Virrey De la Serna. Allí San Martín
propone “negociar” el establecimiento de una Monarquía Borbónica para el Perú,
actitud que generalmente es juzgada como una estrategia para ganar tiempo en la
lucha por la reconquista de aquel territorio, pero que fue gravemente
cuestionada por los republicanos peruanos (cfr. Tauro del Pino, Alberto: Enciclopedia Ilustrada del Perú.
3ra. Edición. Tomo XIII. Artículo: Punchauca. Lima, PEISA, 2001). ¿Y qué
decir de las consideraciones de Simón Bolívar sobre Olañeta? En 1824 Bolívar
afirma en una de sus proclamas que “los españoles huyen
despavoridos abandonando las más fértiles provincias, mientras el general
Olañeta ocupa el Alto Perú con un ejército verdaderamente patriota y protector
de la libertad… el General Olañeta y sus ilustres compañeros son dignos de la
gratitud americana; y yo los considero eminentemente beneméritos, y acreedores
de las mayores recompensas. Así el Perú y la América toda deben reconocer en
Olañeta a uno de sus Libertadores” (Proclamas del Libertador Simón
Bolívar. Caracas, 1842. Pág. 41). Traemos estos datos (que
pueden parecer accesorios, pero que nos brindan un claro panorama de aquel
intricado momento político) a fin de insistir en la idea de que aquellos
acontecimientos históricos solo hallan explicación si son abordados en toda su
complejidad, y que en cambio las simplificaciones pueden llevarnos a realizar
una interpretación parcializada sobre algún aspecto.
En todo caso,
podemos suponer que existieron por parte de los patriotas, numerosas tratativas
con Olañeta para lograr el cese de enfrentamientos armados sin claudicar en la
lucha independentista. Ello se logra finalmente el 14 de julio de 1821, cuando
se firma un “armisticio” (no una rendición) con Olañeta, “por el cual
las fuerzas realistas debían retirarse hasta la quebrada de Purmamarca -al
norte de la ciudad de Jujuy- y los jefes de las milicias de la provincia de
Salta deberían retroceder hacia el sur, liberando ambos a la ciudad capital. Se
dispuso asimismo la elección de un Gobernador Propietario, para finalmente
establecer un tratado que garantizara que la provincia de Salta no sufriría
nuevas incursiones realistas” (Mata S., Figueroa, E. Guerra de
independencia y conflicto social en salta. Territorialidad y fronteras
políticas en la construcción de los estados nacionales. 1810-1840.
Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 7, Secc. Art., CIFFyH-UNC, Córdoba
2005, pág. 140), hecho gracias al cual, según algunos historiadores, se logró
el final de la guerra en Salta (cfr. Mata, Sara. 2012 op. cit.).
3.
3. Arias y su participación en el conflicto Salta-Tucumán.
Tal vez el hecho
de que Arias acabara aliado de un enemigo político de Güemes, el “presidente”
tucumano Bernabé Araoz y haya comandado sus tropas en el enfrentamiento contra
los ejércitos salteños en 1821, sea la causa principal de que Arias sea
considerado por algunos historiadores guemesianos como un antihéroe. Pero tal
situación debería ser analizada y comprendida en el contexto de la anarquía y
virtual guerra civil (cfr. Paz, Gustavo L. Las guerras civiles – 1820-1870
–. Buenos Aires: Editorial Eudeba, 2011) que se vivía por esos días en
nuestra incipiente Nación al mismo tiempo que se luchaba la Guerra de la
Independencia. Como explica el historiador Pablo Camogli (cfr. Batallas
entre hermanos: todos los combates de las guerras civiles argentinas.
Buenos Aires: Alguafuara, 2012) “la Argentina no surgió como
Nación en 1810, sino que esta fue el fruto de un extenso proceso en el cual la
guerra civil constituyó uno de los factores determinantes para encausar, en cada
nueva etapa del conflicto, la construcción colectiva de la nacionalidad…
primero nacieron las guerras civiles y luego nació la Nación”. El
enfrentamiento entre Bernabé Araoz y Güemes, y la consiguiente lucha armada
entre tropas salteñas y tucumanas en la que Arias tuvo un papel crucial, no son
ajenos a ese clima de guerra civil y de enfrentamientos entre provincias.
Existe además, al
menos desde el punto de vista de los historiadores tucumanos, una
interpretación distinta a la de los historiadores guemesianos sobre este
conflicto. Citemos por ejemplo a Manuel López Rougés (La anarquía tucumana y
la guerra civil. Buenos Aires: Dunken. 2014.), autor que analiza “la
conducta del General Martín Miguel de Güemes, quien invadió la provincia de
Tucumán, su aliada en la guerra contra los realistas en la frontera norte, con
el falso pretexto de que Don Bernabé Araoz gobernador de Tucumán, le negaba
apoyo para controlar a los realistas. Güemes designó al Coronel Alejandro
Heredia, tucumano residente en Salta, al frente de 3000 hombres que estaban
destinados a defender la frontera norte, lanzó una proclama fuerte justificando
la invasión e invitando al pueblo salteño a acompañarlo en esta cruzada”,
circunstancias que según el autor “se encuentran avaladas con la
documentación pertinente originadas en los archivos históricos de la Nación,
Salta y Tucumán, y autores serios responsables en el orden histórico” (pág.
10).
Frente a estas
distintas perspectivas, no parece propicio embarcarse en una anacrónica
discusión acerca de si los unos tuviesen más razones que los otros.
Sí en cambio podríamos asumir que aquellos patriotas (Güemes, Aráoz, Arias, y
tantos otros…) fueron hombres que, no exentos de limitaciones o errores,
defendieron un único ideal de Independencia, cada uno según sus propias
convicciones. La gesta patriótica que protagonizaron no estuvo exenta de
controversias, ocasionadas por diferencias de ideas e intereses entre ellos,
que en aquel contexto de anarquía y guerra civil no pudieron resolver más que
con la fuerza de las armas. El enfrentamiento entre Araoz y Güemes (en el que
Arias quedó involucrado) fue parte de ese contexto en el cual “(fragmentados
los antiguos virreinatos) estos territorios fueron azotados por la
inestabilidad política derivada tanto de los diferentes ensayos
constitucionales pergeñados por las elites locales como por la presencia de una
extendida militarización cuyas jefaturas, junto con las elites locales,
protagonizaron agrias disputas de poder. Así, el enfrentamiento de la
dirigencia revolucionaria, al impulsar proyectos políticos en los cuales se
proponían tanto formas de gobierno republicano o monárquico como centralista o
federal, se dirimió con frecuencia por las armas” (Mata, Sara Emilia,
2012 op. cit.).
4.
4. Arias ¿patriota o traidor?
En este último
apartado propongo analizar brevemente otras fuentes documentales que nos
permitan fundamentar con mayor certeza una respuesta a la pregunta formulada en
el encabezado, y que ya han sido expuestas por sus principales biógrafos (cfr.
Félix Infante, op. cit., págs. 81ss).
En primer lugar,
una carta del propio Arias dirigida al Cabildo de Jujuy fechada el 22 de mayo
de 1822, pocos días antes de su asesinato ocurrido el 16 de junio de ese mismo
año. Luego de la muerte de Güemes, al regresar al territorio salteño para
seguir enfrentando a los ejércitos realistas, Arias mismo realiza su descargo
ante el Cabildo de Jujuy frente a las acusaciones de traición que el gobernador
de Salta José Ignacio Gorriti hace pesar sobre él. Así responde a quien “me
ha supuesto, en prosecución del odio que me profesa, de que estoy vendido a los
liberticidas. Mi sangre ha sido vertida, por varias ocasiones contra esos
tiranos, de cuyas resueltas ha tenido la patria, un día de gloria. Sería yo un
criminal si no me vindicase de tan horrorosa calumnia y acaso habría perdido el
mérito que me han granjeado mis servicios para con V. S., y para con todos los
americanos”. Arias mismo se defiende con firmeza de la “calumnia” que
implican las acusaciones de adhesión a los españoles, a quienes califica de
“liberticidas” y “tiranos”. Y sostiene no haber perdido el mérito que posee por
sus “servicios para con todos los americanos” (Archivo Histórico de Jujuy,
citado por Infante, Félix, op. cit. pág. 83).
Quien se desempeña
como Teniente Gobernador de la ciudad de Jujuy a partir de 1821, Don Agustín
Dávila, intercambia numerosa correspondencia con Arias cuando este vuelve al
frente de batalla y se hace cargo de la defensa de Humahuaca. El 17 de mayo de
1822 escribe a Arias en estos términos: “Esta comandancia confía en la
vigilancia de Ud., y sus buenas disposiciones al feliz éxito de este primer
ensayo, en que no dudo que escarmentará a los atrevidos tiranos, como lo ha
acostumbrado” (Archivo Histórico de Jujuy, citado por Infante Félix, op.
cit. pág. 81). Este documento acredita claramente que aún después del regreso
de su exilio en Tucumán, Arias continúa totalmente comprometido con la lucha
por la independencia contra los “tiranos”, como bien lo sabe el Gobernador
Dávila.
Existe otro
documento que expone con total nitidez el patriotismo de Arias, mantenido con
fidelidad hasta su muerte. Salta y Jujuy se encuentran a principios de 1822 en
una virtual guerra civil y a punto de “quedar disuelto el pacto social que
unía a ambos territorios” (Carta de Dávila en Archivo Histórico de Salta,
citada por Infante Félix, op. cit. pág. 77). El Cabildo de Jujuy teme una
inminente invasión militar por parte Gobernador Gorriti, con intenciones de
derrocar al gobierno jujeño. El mismo Cabildo le dirige un oficio a Arias el 15
de julio de 1822 (un día antes de su muerte) habilitándolo para actuar militarmente
ante las posibles acciones salteñas “asegurándole de la garantía
en la parte que le corresponde a este Cuerpo, para que bajo de ella obre cuanto
le dicte su incorruptible patriotismo” (Archivo Histórico de Jujuy, citado
por Félix Infante op. cit. pág. 82). En este caso, quien certifica el
“incorruptible patriotismo” de Arias es el propio Cabildo de Jujuy.
Existen otros
documentos que manifiestan que hasta su muerte (ocurrida inmediatamente después
de este intercambio epistolar) a manos del oficial de la “Patria Vieja” Mariano
Abán, Arias continuó comprometido en la lucha contra las fuerzas realistas.
Presentamos solo estos tres documentos, a fin de ofrecer otras fuentes
documentales a las brindadas por aquellos que consideran que Arias habría
traicionado la causa de la independencia, cosa que consideramos claramente
refutada.
5.
5. Arias y el “juicio de la historia”
Sin intención de
agotar la interesante discusión que se ha generado en torno a la figura de
Manuel Eduardo Arias, y lejos de realizar cualquier juicio concluyente y
definitivo sobre el tema, considero totalmente válida y fundada la postura de
quienes reivindicamos a este gran luchador de la Independencia.
Considero también
que, en sintonía con la afirmación del historiador inglés Haller Carr que
encabeza estas reflexiones, el lector de historia puede con todo derecho,
“elegir” ciertos datos (y obviar otros) para fundamentar sus posturas previas.
Pero esto lleva casi siempre a una interpretación subjetiva de los hechos, que
si bien es absolutamente lícita, no debería ser impuesta como una verdad
absoluta.
Los datos
presentados en los apartados anteriores sostienen la tesis planteada
inicialmente, y su desarrollo nos permite proponer que a pesar de su
enfrentamiento político a Güemes, Arias (al igual que muchos otros integrantes
de la “Patria Nueva”) sostuvo hasta su muerte el ideal independentista, y nunca
traicionó su lucha contra los realistas. Y que en esto no haya
contradicción depende de una adecuada interpretación de aquel momento, que ha
sido caracterizado por los estudios históricos como una verdadera “guerra
civil” en la que los enfrentamientos entre patriotas fueron una lamentable
realidad. No existía por entonces un único ideal de Patria, ni un único
proyecto de Nación, y si bien en perspectiva histórica pueda parecernos a
nosotros alguna concepción política mejor que otra, no podemos negarle a aquellos
patriotas el derecho de sostener sus ideas y defenderlas con pasión.
Así fueron
nuestros héroes de la Independencia: hombres llenos de virtudes patrióticas,
pero también sujetos a intereses y opciones políticas diversas. Y son esos
seres reales los héroes que nosotros honramos con nuestra memoria y
homenajeamos con sus monumentos.
Lic. Gustavo
Álvarez, en el día de la Independencia, 9 julio de 2019.
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