200 años de la Patria en Orán - Material de lectura e imágenes

     1810 –   25 de mayo – 2010

 

 


200 años de la Patria en Orán


 

 

 

LETRAS

POR EL BICENTENARIO


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Grupo LePEB

 



 

 

 

 

 

 



A modo de prólogo

 

MEMORIAS DEL BICENTENARIO

 

      Con el propósito de profundizar y reflexionar sobre hechos y personajes del período de la Independencia de la Patria, especialmente los que tuvieron lugar en el territorio del norte argentino, se constituyó en Orán el Grupo LePEB –Letras por el Bicentenario-, conformado por escritores, docentes y lectores de la historia.

       Convencidos de que la conmemoración del Bicentenario, más allá de los pertinentes y justos festejos, debe ser una oportunidad para reflexionar, pensarnos como argentinos y latinoamericanos, reconocernos como parte de la Patria Grande, revisar el pasado y soñar con el futuro. Para ello mantenemos permanentes reuniones, leyendo y discutiendo, proyectando audiovisuales y debatiendo sus contenidos, produciendo textos y compartiendo los hallazgos, sin pretensiones de erudición sino como simples argentinos deseosos de conocer mejor su propia historia.

       Siguiendo la consigna lanzada por el historiador Martín Güemes, descendiente del héroe gaucho, también nosotros nos propusimos “Un Norte para el Bicentenario”. Es decir, pretendemos una mirada diferente de los acontecimientos, priorizando el conocimiento de la historia regional, el rescate de nuestros héroes locales, como una forma de integrarnos desde este lugar de la patria chica a la historia nacional. Intentamos revalorizar el aporte y el sacrificio ofrendados por las provincias del interior para sostener el grito de libertad lanzado desde el cabildo de Buenos Aires y que estuvo en peligro de ahogarse ante las numerosas invasiones realistas desde el Alto Perú.

        A lo largo de las reuniones nos hemos planteados muchas preguntas, como: ¿Qué ocurría en las provincias del actual Norte Argentino y de todo el Alto Perú (actual Bolivia, que formaba parte del Virreinato del Río de la Plata) mientras en el Puerto se sucedían los diferentes ensayos de gobierno? ¿Cuál fue el aporte de la provincia de Salta a la lucha por la Independencia? ¿Qué lugar ocupa el Gral. Güemes en la historiografía nacional? ¿De qué forma la ciudad de Orán también estuvo presente en ese espacio de lucha? ¿Quiénes fueron nuestros héroes regionales?

         También nos hemos interrogado sobre algunos aspectos pocos conocidos de la historia oficial: ¿Cuál fue el lugar de la mujer en la lucha por la Independencia? ¿Qué aporte hicieron las comunidades aborígenes y cuál fue su resultado? ¿También los negros que llegaron desde África como esclavos tuvieron participación de las luchas contra los realistas españoles? En fin, las preguntas fueron más abundantes que las respuestas y felizmente nos impulsó a continuar con la apasionante búsqueda, al mismo tiempo que fueron surgieron los primeros textos producidos por los escritores del grupo.     

        Para compartir el fruto de esa búsqueda, el grupo LePEB propuso una serie de actividades públicas que vienen desarrollándose desde el mes de marzo y que se prolongará por todo el año. Entre las iniciativas se encuentra el ciclo de disertaciones “Memorias del Bicentenario” a cargo de historiadores, escritores y conocedores del pasado regional, que iremos invitando mes a mes para que nos brinden su valioso aporte.

   La primera disertación, producida el 5 de marzo, estuvo a cargo de la escritora y abogada salteña Violeta Herrero y versó sobre Juana Azurduy, conocida heroína del Alto Perú. La segunda exposición se produce el 10 de abril, con el aporte de los disertantes José Paz Garzón y René Aguilera Fierro, procedentes de Tarija (Bolivia), refiriéndose a “La guerra de guerrillas en territorios del Norte Argentino y Tarija” y “Eustaquio Moto Méndez, caudillos de la Independencia”, respectivamente. Pronto se anunciará los próximos expositores que nos ayuden a continuar recorriendo las “Memorias del Bicentenario”.

              Hemos creído importante y oportuno compartir esta búsqueda, así como dar a conocer nuestra primera producción literaria, con nuestros conciudadanos  Para ello hemos propuesto la edición de una serie de plaquetas literarias de distribución gratuita. También acabamos de  conformar esta cartilla, incluyendo algunos textos fundamentales para empezar a pensar la cuestión del Bicentenario a nivel local, especialmente entre estudiantes, docentes e interesados en conocer diferentes aspectos de nuestra historia. Es solamente una primera entrega.

               Porque nuestro modesto aporte no concluirá aquí, sino que continuaremos proponiendo actos culturales y ofreciendo nuevos textos para que el Bicentenario de la Patria no pase desapercibido y, con el aporte de todos, sea un acontecimiento productivo e inolvidable para Orán. Es nuestro deseo.

 

 

San Ramón de la Nueva Orán, 10 de abril de 2010

 

 

Santos Vergara

 

 

 

 

MIEMBROS PERMANENTES DE LEPEB

Prof. Gustavo Álvarez

Dr. Jorge Gomila

Poeta Silvestre Saracho

Prof. Griselda de Wayllace

Prof. Santos Vergara

Prof.. Cristina Moyano

 

Para contactos

 Correos electrónicos:

santosvergara@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

UN NORTE PARA EL BICENTENARIO

 

Por Martín Miguel Güemes Arruabarrena

(Salta)

 

                Cuando dentro de 100 años se haga memoria de los 200 años de fundación de la nacionalidad argentina, como hoy deberíamos recordar los nombres y actitudes de los actores políticos y sociales del Centenario, sobre todo de sus intelectuales críticos, se estará hablando de la Generación del Bicentenario. Cada uno de nosotros, ciudadanos o dirigentes de la Argentina del 2010 - 2016, está hoy, entonces, inscribiendo su nombre en la historia. Por acción u omisión, por construcción o destrucción de posibilidades, forjaremos nuestro destino. Los hombres y mujeres del presente bicentenario de la nacionalidad, concientemente o no, desarrollan una determinada gestión cultural, política, económica y social de  trascendencia histórica y emiten un mandato de futuro a las generaciones posteriores. Tal como ocurrió, con la declaración de independencia en Tucumán, el 9 de Julio de 1816.

                Tal es la significación de la efeméride que con apatía ciudadana, y superficialidad pública, en nuestra Argentina, hoy nombramos simplemente “segundo centenario" (con visión portuaria, cosmopolita), "bicentenario" (con actitud temporal, festiva, celebratoria) o "década bicentenaria" (con perspectiva de proceso fundacional, participativo, de historia viva). Por ello, es importante: analizar, diagnosticar, proyectar, tomando conciencia de la magnitud de la tarea inconclusa. De ayer, y de hoy. Se trata de una decisión política inclusiva, no excluyente. Desechando posiciones sectarias, aldeanas, reaccionarias, conservadoras. Concordantes, en última instancia, con el progresismo cosmopolita. Ambos, detractores del Estado - Nación intuido por nuestros libertadores. Digo bien: tarea inconclusa, pues el proyecto libertario e independentista de los fundadores de la Patria, es un proyecto nacional frustrado por intereses exógenos a nuestro espacio vital: Suramérica. En este espacio, en este proyecto, Argentina tuvo y tiene un papel esencial. Por eso, la discusión histórica, las posiciones políticas, económicas y sociales, sobre el acontecimiento, adquieren dimensión epocal y de futuro.

                Toda conmemoración de un acontecimiento histórico es un acto cultural (que abarca lo político, económico y social), y es potestad del sistema institucional, de sus gobernantes, de sus ciudadanos, hacer de aquel una interpretación democrática, republicana, nacional, que justifique y legitime el proyecto del presente, en vistas a la construcción de nuestro porvenir.

                Así, la conmemoración de nuestro bicentenario tiene sentido si proyectamos la acción de nuestros próceres y caudillos, ciudadanos y pueblo, como un ejemplo digno de ser luchado en el presente. Tal como fuera, en la gesta imperecedera de nuestra libertad e independencia.

                La Comisión Provincial "Década Bicentenaria 2006 - 2016" plantea y propuso (apoyada en los Encuentros Interprovinciales realizados), como opción histórica con proyección geocultural, expandir el calendario y la localización geográfica de las efemérides bicentenarias. Abarcando en el caso de Salta, que no nació como frontera sino como centro, el norte argentino, y el espacio regional que ocupan las hermanas repúblicas de Chile, Bolivia y Paraguay. Unirnos a la Córdoba del Tucumán, Cuyo y el Litoral, para equilibrar las cargas con la pampa y el puerto. Convocar a las provincias nuevas, a las que no lo hicieron en 1816, a firmar la independencia en el año 2016.   

 

                Nostalgias de futuro

                Hemos vuelto a transitar, el camino iniciado con la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires en 1806 y 1807, con el primer grito de libertad en Chuquisaca el 25 de mayo de 1809 y el ineludible hito de la Revolución protagonizado por el Cabildo de Buenos Aires en 1810, apoyado en forma indubitable por el Cabildo de Salta (Capital de la Intendencia de Salta del Tucumán), hecho que fue continuado por los Cabildos subalternos. Todo este proceso político y social rememora una tradición norteña basada en el éxodo salto - jujeño, el combate de Río Piedras, las batallas de Tucumán y Salta, la jura de la bandera a orillas del río Juramento, el encuentro de San Martín, Belgrano y Pueyrredòn en la frontera salteña, y la culminación de esa lucha militar, en la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Suramérica, jurada en Tucumán el 9 de julio de 1816. Este proceso incluye los hechos heroicos de la Epopeya de la Guerra Gaucha (1814 - 1821). Rescatar también, el mensaje trunco de unidad, elevado por Artigas a Güemes, interceptado por intereses sectoriales, de ayer y de hoy.

                Las gestas Belgraniana, Sanmartiniana y Güemesiana, desempeñadas en nuestro norte, son los hechos claves a estudiar, difundir y proyectar con vistas a la reparación histórica del norte argentino.

                No intentamos revivir la dicotomía porteños - provincianos, sabemos que en los barrios de nuestra capital y en el Gran Buenos Aires, viven muchos norteños, desarraigados de su paisaje, abrazados a su nostalgia. Buscamos unir sobre lo fundamental: nuestra historia de libertad e independencia, para construir nuestra empresa sugestiva de vida en común.

                Los que abrazamos la tradición nacional, forjada por el movimiento de reivindicación política y social en el Siglo XIX y XX, hacemos nuestra la idea de la emancipación cultural, y la autonomía continental, para el Siglo XXI.

                Es nuestra convicción, que el tiempo de la historia es el presente, y que la conmemoración del Bicentenario 2010 - 2016 une pasado, presente y futuro. El bicentenario se transforma, así, en lugar de reflexión histórica y de debate sobre la acción transformadora de la realidad. Nombrar es crear, imaginamos o erramos.

                ¿Qué Provincia, qué País, qué Estado, que Nación, buscamos edificar? ¿A qué federalismo debemos aspirar? ¿Cuál es la democracia, la república, que debemos construir? Toda crisis implica un desafío. Dar respuesta a las preguntas y trabajar para hacer realidad nuestras utopías, es la forma de prepararnos para la nueva epopeya nacional y popular, digna de la herencia de la generación de argentinos que hace 200 años se declaró libre a pesar del mundo entero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PIZARRO EN LA BISAGRA DE LA HISTORIA AMERICANA

 

Prof. Gustavo Álvarez

Orán - Salta 

 

Cuando en 1771 sus escasos veintiséis años lo trajeron hasta el Nuevo Mundo, Don Ramón García de León y Pizarro, no traía mucho más un pasado familiar de abolengo, y la expectativa de un porvenir ilustre. Portaba si, las huellas de la bizarra lucha que los españoles del norte de África habían desplegado contra los musulmanes, defendiendo la (ya para entonces perdida) dominación española de su Orán natal.

Apenas llegado al Virreinato de Nueva Granada, Pizarro se destacó en Cartagena de Indias como miembro de las fuerzas de la guarnición, lo que le permitió una rápida promoción como Gobernador militar de Riohacha, una capital de provincia cercana a Cartagena. Su vertiginoso acenso político probablemente estuvo impulsado por la imperiosa necesidad del rey Carlos II de reformar la organización política de la colonia. Por aquel entonces la monarquía de los Borbones pretendía afianzar la administración colonial en América mediante la centralización del poder en torno a personalidades fuertes, que acotaran las crecientes pretensiones de las burguesías criollas. Y en ese trámite Pizarro se desempeño prestamente como funcionario de la corona en Maynas (Perú) y más tarde en Mompox (Colombia). Seguramente dueño de un enérgico temple, ya para 1779, tan solo 8 años después de su arribo a América, fue nombrado Gobernador de Guayaquil (Ecuador), con el grado militar de General del Ejercito Colonial.

Fiel representante del imperialismo español, Pizarro fue uno de los protagonistas de la transformacione de la política expansionista borbónica de fines de siglo XVIII, dirigidas a reforzar el modelo feudal que España había trasladado a América. Este sistema le había permitido al Imperio enriquecerse enormemente mediante el monopolio comercial de sus colonias, por el cual sus posesiones americanas eran obligadas a tratar únicamente con determinados puertos ibéricos.

En 1789, mientras ya en Francia la Revolución y las nuevas ideas Ilustradas imponían los valores liberales de la Libertad, la Igualdad, y la Fraternidad (a fuerza de guillotina, por cierto), Pizarro era nombrado Gobernador de la Intendencia de Salta de Tucumán. Fue en el ejercicio de este cargo cuando, el 31 de agosto de 1794, procederá a la fundación de un fuerte y ciudad en el norte salteño. Ciudad a la que en un singular doble homenaje para consigo mismo llamó San Ramón de la Nueva Orán, y que fuera la última fundación española en tierras americanas.

Esta fundación, tuvo principalmente razones estratégicas, al establecer un fuerte que sirviera como medio de dominación definitiva de los aborígenes de la región chaqueña, al oriente de la provincia, en especial las tribus de guaraníes conocidos como chiriguanos. Pero también obedecía a intereses de orden económico, debido a las posibilidades de explotación que prometía el Valle del Zenta, donde ya había existido una misión evangelizadora franciscana, por la que se tenían noticias de la abundancia de la zona.

Mas allá de su valor estratégico o económico, la fundación de la ciudad contiene en si misma un enorme valor simbólico: es, si se quiere, el gesto más propio de apropiación y dominación de la tierra, a la cual se “bautiza” con un nuevo nombre, reinventándola como si no existiera ni una historia previa, ni nadie que la protagonizara. En la mentalidad colonizadora la fundación significa la creación de algo nuevo, y el espacio fundado adquiere un carácter de pertenencia, deja de ser lugar “de otro” para convertirse en parte del universo “propio”. En este sentido, Pizarro fue un digno exponente de las ideas hegemónicas europeas, y seguramente participó de una conciencia colectiva que llevó a los colonizadores a sentirse por derecho y efectivamente fundadores de esta tierra. América era para ellos una tierra sin dueños anteriores, aunque paradójicamente pudiera ser “donada” por la divina autoridad pontificia a los Reyes Católicos, y transferida por estos a virreyes, gobernadores, fundadores, encomenderos…

Pero la fundación de Orán se halla además, cargada de un particular valor simbólico por el hecho de convertirse en la última fundación: el gesto que hiciera Pizarro con la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán fue uno de los últimos hechos concretos de posesión, un último acto de dominación efectiva de la tierra que realizara el colonialismo ibérico. Los acontecimientos políticos posteriores harán que esta fundación simbolice el epílogo de la dominación española, y que Pizarro pase a ser un luctuoso testigo del prólogo de la emancipación americana.

Su ascendente carrera político-militar lo llevó a que en pocos años, en 1796, fuera nombrado con el cargo de Gobernador de la Intendencia de Chuquisaca (o Charcas, hoy Sucre). Dicho nombramiento tenía un enorme peso político ya que incluía también la Presidencia de la Real Audiencia, máximo tribunal de justicia en el Virreinato.

Chuquisaca se había convertido en una de las principales capitales del Virreinato del Río de la Plata y su centralidad giraba alrededor de la Real Audiencia, y de la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier, que era reconocida en la época como una de las mejores del mundo, y que atraía estudiantes de toda América. Allí se formaron en las nuevas ideas ilustradas y liberales muchos de los luchadores por la independencia de América, como Mariano Moreno, José Ignacio Gorriti y Juan José Castelli; o Bernardo Monteagudo, ideólogo y combatiente revolucionario en, Perú, Chile y Argentina; y Jaime de Zudáñez, el líder incuestionable de la revolución de Chuquisaca, redactor de las constituciones de Chile, Argentina y Uruguay. Esta Universidad se convirtió en una de las más famosas del Nuevo Mundo, por lo que la ciudad de Chuquisaca fue llamada la "Atenas americana".

Fue durante el Gobierno de Pizarro en Chuquisaca (1796-1809) cuando los sucesos de la vieja Europa continental van a conmover de una manera radical la historia americana, enmarañando el futuro de Pizarro en una sucesión de eventos escabrosos. En 1807 Napoleón invade España, encarcela al Rey Fernando VII y pone en su lugar a su hermano José Bonaparte, nombrándolo Rey de España, con las consiguientes pretensiones sobre los dominios españoles en América. En España, se suscitan diversas Juntas, primero en Sevilla y rápidamente en otras ciudades como Oviedo, Asturias, Murcia, Valencia, León, Cádiz, etc., que desconocen la autoridad de Bonaparte y se auto adjudican el poder para gobernar el nombre de Fernando VII, tanto en España como en las Indias. 

Comienza entonces en las colonias americanas un período de enorme confusión política, fruto de la crisis institucional en la metrópolis. Un oscuro e intrigante personaje de la corte española (aunque nacido en Arequipa, Perú), el Teniente General Manuel de Goyeneche, es enviado desde España para poner en orden a las administraciones del Virreinato del Perú y del Río de la Plata, instándolas a aceptar la autoridad de la Junta de Sevilla para gobernar en nombre de Fernando VII. Pero al pasar por Río de Janeiro rumbo Buenos Aires, Goyeneche es recibido por la Infanta Carlota Joaquina de Borbón, la Reina regente de Portugal (exiliada en el Brasil debido a las invasiones Napoleónicas) quien le encarga la misión de reclamar para ella los derechos de su hermano Fernando VII sobre las colonias españolas en América. Para entonces, la autoridad sobre las Indias era al mismo tiempo reclamada por Bonaparte, por la Junta de Sevilla, por la Reina de Portugal… y por los propios criollos independentistas.

Esta compleja coyuntura política, había generado que las ideas emancipadoras cultivadas al calor de la independencia de los Estados Unidos frente a Gran Bretaña (desde 1776) comenzaran a bullir de manera irrefrenable. Existía una gran agitación revolucionaria, especialmente entre los intelectuales vinculados a la Universidad, pertenecientes en su mayoría a las familias acomodadas de las burguesías criollas. Planteado este conflictivo contexto, Goyeneche llega hacia fines de 1808 al Alto Perú, donde encuentra al Gobernador Ramón García de León y Pizarro enfrentado por estas cuestiones políticas, tanto a la Audiencia, como al Claustro de la Universidad.

Mientras la Real Audiencia se niega a reconocer la autoridad de la Junta de Sevilla, Pizarro y el Obispo de Charcas se inclinaban a aceptarlas. Pero la presentación de Goyeneche de las cartas de la Infanta Carlota reclamando la autoridad de su hermano, terminaron de complicar la situación. Pizarro elevó los pliegos de Carlota a la Universidad y al Claustro de Doctores, pidiéndoles su parecer. La respuesta final de la Universidad, redactada por el síndico Dr. Jaime de Zudáñes, en la cual se desconocían las pretensiones de Carlota acusándola de traición, despertaron gran controversia. Y aunque Pizarro había aceptado formalmente la autoridad de la Junta de Sevilla, existían fundadas sospechas sobre su intención de ceder la las pretensiones de la monarca portuguesa.

Para comienzos de 1809 Pizarro ve los hechos precipitarse. Enterado de que algunos miembros de la Real Audiencia fomentan una revolución para destituirlo de la presidencia, el 23 de marzo solicita al gobernador de Potosí el envío de tropas en su auxilio. El día 24 Pizarro, que pretende adelantarse a los hechos, ordena la detención de los principales oidores de la Audiencia, aunque la mayoría logra escapar. Solo Zudáñes es apresado, e incomunicado en el edificio de la Real Audiencia, adyacente al Palacio Presidencial. Frente al edificio se reúne una multitud que reclama la liberación de Zudáñes, alentada por algunos criollos revolucionarios que aprovechan a plantear la posibilidad de la independencia, encabezados por Bernardo Monteagudo. Frente a la amenaza de la turba, ya el día 25, Pizarro accedió a liberar a Zudáñes. Pero esto, lejos de apaciguar los ánimos, generó una concentración aún mayor de la población, que reclamaba la renuncia de Pizarro y la entrega de las armas de la Guardia Presidencial. Viendo las horas de su gobierno contadas, Pizarro ordenó la entrega de las armas, pero la población amotinada invadió el patio del palacio, suscitándose un enfrentamiento armado, en el que hubo algunos muertos y heridos.

¿Qué pensamientos cruzarían la mente de Pizarro en esas horas de incertidumbre? ¿Qué sentimientos albergaría aquel que llegó como miembro del imperio “donde no se oculta el sol”, y ahora era testigo del inevitable ocaso del poder español sobre las tierras americanas? ¿Hasta donde habrá tenido conciencia del cambio de época en que se hallaba inmerso?

Finalmente en horas de la madrugada, Pizarro se entregó a los oidores de la Audiencia Real, y fue detenido en la Universidad. El 26 de mayo la Real Audiencia asumió el poder como “Audiencia Gobernadora”, mientras que Pizarro terminó confinado y sometido a juicio por traición. Se consumaba así la que algunos llamarán “primera revolución independentista de Hispanoamérica1

Cuando poco tiempo después las tropas realistas lleguen hasta Chuquisaca, Pizarro será repuesto brevemente en su cargo, pero sin duda, ya sin aquella conciencia de un destino de gloria con la que arribó al Nuevo Mundo. Suele decirse que, en ocasión del estallido de la revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires, él mismo expresó “con un Pizarro comenzó la dominación española, y con un Pizarro comenzó también la independencia”. La certeza de lo inexorable parece filtrarse en esas palabras. Terminará sus días recluido en el Convento de San Felipe, tal vez rehén de esos pensamientos, hasta su muerte en 1815.

Pizarro participó  como actor principal de hechos tan significativos y disímiles como lo fueron, por un lado, la creación de la última ciudad fundada por los españoles en América, y por otro, el primer grito libertario criollo en Chuquisaca. Protagonista involuntario de una de esas paradojas que suele plantear la historia, tuvo el singular destino de ser parte de uno de esos acontecimientos que los historiadores suelen destacar como trascendentales, porque determinan hitos fundamentales y dejan planteado un antes y un después. Sus acciones como militar, su labor como fundador, su rol como administrador de la corona española, su final como antagónico testigo de la gesta emancipadora, bien poden representar una metáfora de esa bisagra histórica que significó el paso del la América colonial a la América independiente. 
 
 

Bibliografía

Siles Salinas, Jorge, ''La independencia de Bolivia'', Ed. MAPFRE, Madrid, 1992.

Bidondo, Emilio, ''La guerra de la independencia en el Alto Perú'', Ed. Círculo Militar, Bs. As., 1979.

Miguel Ángel Scenna, ''Las brevas maduras. Memorial de la Patria, tomo I'', Ed. La Bastilla, Bs. As., 1984.

Páginas web:

http://www.casadelalibertad.org.bo Casa de la Libertad en Sucre.

http://www.usfx.info Universidad San Francisco Xavier.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SERVICIOS QUE PRESTO SALTA A LA CAUSA NACIONAL DURANTE LOS 15 AÑOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

 

PARTE I

 

PRESENTACION

   En momentos en que el país y sobre todo, la Capital del mismo, se apresta a vivir el Bicentenario, es oportuno recordar qué hizo Salta por la causa nacional durante los quince años en los que se luchó por la Independencia. Un relato vertido por la pluma de un testigo directo, aporta valiosos datos sobre los servicios que prestó Salta, con el Grl. Martín Miguel de Güemes a la cabeza. En esta edición se incluye parte de dicho relato, que será complementado en la próximo número con el objeto de exponer un marco abarcativo de lo que debe recordarse.

 

DESARROLLO

   En el año 1873, Miguel Otero escribió una breve reseña histórica de los servicios que prestó a la causa nacional la Provincia de Salta durante los quince años de la guerra de la Independencia. El propósito era brindar datos que permitieran al gobierno valorar la importancia y el mérito contraído por Pablo La Torre y Luis Burela y que atendiera la situación de sus viudas. Los mencionados  participaron en la heroica lucha sostenida por dicha Provincia contra los ejércitos del Rey de España que pretendieron sofocar la Revolución del Río de la Plata.

   Otero relató sucesos de los que fue testigo, como podrá apreciarse en los textos que se transcriben.

 

Primer Servicio

“Salta estaba ya preparada y dispuesta para la revolución desde 1809, con motivo de la oposición que se hizo aquel año por la Real Audiencia y la Universidad de Chuquisaca al proyecto del gabinete portugués para colocar a la princesa Carlota de regente, como hermana de Fernando VII; y en consecuencia de tal predisposición, luego que se supo la revolución hecha el 25 de Mayo en Buenos Aires se pronunció por ella en Cabildo abierto de todo su vecindario, incluso el gobernador y demás autoridades y empleados, sin cuyo pronunciamiento quién sabe la suerte que habría corrido la revolución. Este fue el primer servicio”.

   Estas expresiones son coincidentes con las  de José de Moldes (el salteño a quien el Dr. Martín Gabriel Figueroa llamó Apóstol de las ideas emancipadoras por haber propagado la idea de la Independencia en todos los pueblos por los que transitó al regresar de España, actividad por la que fue castigado al sorprenderse una comunicación escrita de su puño y letra en Cochabamba). Moldes dice en sus Memorias: “Salta fue la primera capital de Provincia, cuya resolución aguardaron los pueblos de su dependencia para declararse por la unión de Buenos Aires, estando bajo del tirano todas las Provincias del Perú, y con una fuerza que marchaba a unirse con la que se formaba en Córdoba. Su resolución fue tan heroica, que privó que muriese en su cuna la libertad, como se puede deducir de la Gaceta del 23 de Julio de 1810, y el lugar de la primera acción de las armas de la Patria”.

 

Segundo Servicio

   Continúa expresando Otero: “El general Liniers, que se hallaba en Córdoba, con la noticia de la revolución, empezó a levantar tropas en contra; y escribió al general Nieto, presidente de Chuquisaca, para que con las fuerzas del Alto Perú bajase a Salta, a donde se replegaría él luego que se aproximase la expedición que se preparaba en Buenos Aires; y que reunidos en Salta organizarían un ejército con las milicias de allí para venir a sofocar la revolución de Buenos Aires.

   En junio recibió Nieto estas noticias en Chuquisaca. Tenía allí la división que el año antes llevó de Buenos Aires para sofocar la revolución que estalló el 25 de Mayo de 1809, con ocasión del plan de Portugal. En ella había dos compañías de patricios, que inmediatamente les mandó desarmar, despachando la gente a Potosí, y reemplazándola con otra.

   En seguida tomó disposiciones para engrosar la división con tropas de allí, de Cochabamba y de Potosí, y preparar los aprestos necesarios para abrir la campaña, como lo verificó al poco tiempo, en julio o agosto del mismo año. Entre las tropas que tenía y las que reunía de Cochabamba y Potosí, formó una división de mil y tantos a dos mil hombres, con doce o dieciséis piezas de montaña, con la que emprendió el movimiento por Liniers.

   Con la noticia de los aprestos de Nieto, el gobernador de Salta dispuso que se organizase una división para contenerlo. Don Martín Güemes, desde joven, fue dedicado por su padre a la carrera militar, entrando de cadete en el fijo de Buenos Aires, donde se educó. Estuvo en las acciones contra los ingleses, y había ascendido hasta capitán. Se hallaba en Salta, no sé si con licencia, o destinado a lo que llamaban “asamblea”. El hecho es que el gobernador lo nombró de comandante en jefe de la división que debía formarse, autorizándolo para mover las milicias de Tarija, que entonces dependía de Salta. Güemes se puso en campaña, sacó de Tarija un batallón de milicias, con el que aumentó y organizó su división, y con ella salió al camino real al encuentro del general Nieto.

   Este, al saber los aprestos de Salta, no sólo suspendió sus marchas, sino que se fortificó en Santiago de Cotagaita; colocando en la loma de su derecha una batería de cuatro piezas, y otra igual en la loma de su izquierda, tirando una muralla de loma a loma, y un pozo profundo a su pie, por donde hizo largar todo el río, que es de bastante agua; e intercalando en la línea las 6 u 8 piezas restantes; quedando así bien cubiertos su frente y sus flancos; pero completamente desconcertado el plan combinado con Liniers. Este fue otro servicio”.

 

Tercer Servicio

   “El 27 de Octubre del mismo año 10 llegó la división de Salta a la vista del pueblo de Cotagaita; y Güemes con un valor imprudente atacó a Nieto en su posición y fue rechazado por la imposibilidad de pasar el foso. No teniendo allí más agua que la del río que iba al pie de la muralla enemiga, se retiró del vallecito de Cazón, legua y cuarto más acá.

   El 31 del mismo octubre destacó Nieto a su jefe de estado mayor, Córdoba, con 800 hombres en persecución de Güemes. Este se retiró al “Ojo de Agua”, tres leguas. De allí a la Cueva de Almona, otras tres leguas; y de Suipacha a Nazareno, media legua; haciendo esta retirada paso a paso, como se dice, siempre a la vista del enemigo, tiroteándose diariamente las guerrillas de una y otra parte.

   Así llegaron el 6 de Noviembre del mismo año 10 a situarse Córdoba en el pueblo de Suipacha a la margen izquierda; y Güemes en el pueblo de Nazareno a la margen derecha del río Suipacha, uno frente de otro con el río de por medio. Güemes calculó la ventaja que le daría la natural sorpresa de Córdoba al verse combatido de improviso por quien venía en fuga; y habiendo recibido en esa noche algunas municiones que había pedido, resolvió atacarlo en su misma posición, a pesar de ser mucho más ventajosa.

   Al día siguiente 7 de noviembre de madrugada, cayó Güemes sobre la división de Córdoba y la derrotó y dispersó completamente; habiendo escapado el mismo Córdoba y los demás que se pusieron en dispersión al favor de sus caballos y de las serranías y quiebras del terreno, obteniendo este glorioso y trascendental triunfo con las mismas tropas que once días antes, el 27 de Octubre, habían sido rechazadas por el general Nieto en Cotagaita; triunfo obtenido mediante esa retirada que haría honor a los veteranos más aguerridos y valientes. En esta victoria, según lo que entonces se dijo, no hubieron tropas de Buenos Aires, pero creo que el mismo día, no sé si antes o después de la acción, se reunió con su compañía el capitán Balbastro, mandado en refuerzo de Güemes.

   Apenas llegaron a Cotagaita Córdoba y demás dispersos, introdujeron el pánico y se dispersó todo el ejército, incluso el mismo general Nieto, abandonando fortificaciones, artillería, parque, armas, pertrechos, bagajes, en una palabra, todo.

   Esta relación, tal cual la refiero, la hizo un sargento que acompañó a Córdoba desde que salió de Cotagaita en persecución de Güemes hasta que fue derrotado en Suipacha en la mañana del 7 de Noviembre, de donde escapó al favor de su caballo; llegó a Cotagaita, donde presenció el desbandamiento del ejército de Nieto; y siguió en su fuga hasta Chuquisaca, adonde llegó el domingo once del mismo noviembre al mediodía, corriendo como cien leguas de caminos quebrados en tan pocos días. Estas noticias fueron confirmadas después por los que iban llegando sucesivamente de una y otra parte.

   Esta derrota ocasionó la dispersión del ejército de Nieto, abandonando cañones, fusiles, pertrechos y bagajes, todo cayó en poder de los vencedores, y el mismo Nieto fue alcanzado y hecho prisionero; y después fusilado en Potosí, junto con el intendente Sanz y Córdoba, por orden de Castelli.

   Después de la victoria siguió Güemes sin detenerse hasta ocupar con la división de Salta la imperial villa de Potosí, dando la independencia a las cuatro intendencias que formaban el Alto Perú, hoy República de Bolivia, con millón y medio de habitantes. Estas memorables jornadas, de tanta y tan grande trascendencia, fueron debidas a la división de la provincia de Salta, compuesta de salteños, jujeños y tarijeños al mando de don Martín Güemes, comandante en jefe de ellas.

   A los pocos días llegaron a Potosí el doctor Castelli, representante de la Junta Provisoria de Buenos Aires y los generales Balcarce, Viamonte y Díaz Vélez; y Güemes les presentó el espléndido banquete de las cuatro intendencias independientes con un millón y medio de habitantes; y más de un millón de pesos fuertes en sólo Potosí, entre las cajas reales, las del Banco de rescate y las de la Casa de la Moneda, de los cuales después de más de un año, todavía sacó de allí y trajo el general Pueyrredon a Buenos Aires más de medio millón de pesos fuertes.

   Castelli y los generales referidos aceptaron desde luego con mucho agrado el banquete que les presentó Güemes a nombre de la división de Salta, triunfadora en Suipacha; pero aquéllos, sin dar más causal que decir que no debía haber otro ejército que el de Buenos Aires, disolvieron la división, incorporando sus soldados en los cuerpos que ellos condujeron por un camino abierto y puesto expedito y sembrado de flores y laureles inmortales a costa de la sangre de los héroes que componían dicha división. Así fue oscurecida y sepultada, y sus gloriosas hazañas pasaron a ser atribuidas al ejército de Buenos Aires y sus generales”.

 

Omisiones

   “Al recordar una jornada tan importante y trascendental -sigue diciendo Otero- nadie hace mención de la división de Salta y su jefe Güemes que la obtuvieron. En lo general dicen que esa primera victoria que dio el ser y afianzó la revolución del Río de la Plata fue ganada por el ejército de Buenos Aires y sus generales. Esto dicen y repiten todos los que, o ignoran o quieren desfigurar la verdad.

   Extinguida y disuelta la división de Salta, su comandante en jefe, Güemes, quedó sin colocación ni destino, y por toda remuneración le concedieron el pasaporte para regresar a Salta, con las manos limpias, sin mas que la gloria y satisfacción de haber hecho tan brillante campaña y tan importante servicio a la Patria. Este fue el primer resentimiento de Güemes contra los generales y el gobierno de B Aires. Adviértase que Güemes entró desde el principio a servir a la Patria de jefe, y nombrado por autoridad competente; nunca de oficial subalterno, ni motu propio ni por revolución.

   Los referidos generales y representantes siguieron de Potosí adelante, ufanos como vencedores, sin haber visto la cara al enemigo, recogiendo en todas partes los vivas, obsequios y aclamaciones por la acción de Suipacha, ganada por la división de Salta con Güemes a la cabeza. Así marcharon sin encontrar un enemigo hasta el río Desaguadero, último confín entonces de las Provincias Argentinas, donde por primera vez vieron enemigos a la otra banda del río e hicieron alto.

   Allí, el 20 de Junio de 1811, fueron sorprendidos por el ejército real al mando del general Goyeneche y dispersados, a excepción del general Rivero, que mandaba la división de Cochabamba, que estaba situada a cierta distancia y pudo retirarse, siendo también derrotado después por Goyeneche en Sipe Sipe.

   Los demás generales y el representante de la Junta Provisoria dispararon si mirar para atrás. Si Güemes hubiera estado allí con su División, atendida la prueba que ya había dado en la retirada de Cotagaita y la que dio después en su heroica lucha y resistencia de 7 años en Salta con un puñado de valientes contra los numerosos ejércitos del rey, es fuera de duda, que no habría hecho una disparada tan estupenda y desastrosa”.

 

   Hasta aquí la primera parte de lo expuesto por Otero. En el próximo Boletín será presentado el resumen de invasiones que contuvo el Ejército al mando del Grl. Güemes.

 

EN BOLETIN GUEMESIANO Nº 117 - ENERO DE 2010

 

 

 

SERVICIOS QUE PRESTO SALTA A LA CAUSA NACIONAL

DURANTE LOS 15 AÑOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

 

PARTE II

 

 

La segunda parte del Informe de Miguel Otero, fechado en 1873, continúa reseñando los servicios que prestó Salta a la causa nacional con el Grl. Güemes a la cabeza. Seguidamente lo que el autor expresa.

 

SALTA Y JUJUY, SOSTEN DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL

 

   “Las milicias de Salta solas sostuvieron la guerra de la Independencia hasta su conclusión en el año 25, porque el ejército de Buenos Aires al mando del Grl. Belgrano se mantuvo en inacción en Tucumán de impasible y frío espectador hasta que al fin vino a disolverse el año 20 con el motín de Arequito, sin que después se hubiesen destinado tropas de Buenos Aires ni de ninguna otra provincia al sostén de la guerra de la Independencia por aquella parte.

 

   Así, puede decirse sin exageración, que a las fuerzas de la provincia de Salta y Jujuy se debe exclusivamente la conquista y sostén de la independencia nacional; y para que esto se vea de un modo más palpable, haré una breve relación de las invasiones de parte del rey de España que han sido disueltas o rechazadas por aquella provincia.

 

1ª) Al mando del general Nieto, disuelta con la victoria de Suipacha el 7 de Noviembre de 1810.

2ª) La del general Tristán, concluida en las jornadas de Tucumán y Salta el 24 de Setiembre de 1812 y 20 de febrero de 1813.

3ª) La de los generales Pezuela, Ramírez y Tacón, rechazada en 1814 por las fuerzas de Salta al mando de Güemes.

4ª) La del general Pezuela, cuya vanguardia fue deshecha en el Puesto del Marqués el 14 de abril de 1815.

5ª) La del general Pezuela o Ramírez, después de las jornadas de Venta y Media y Sipe Sipe, contenidos y rechazados en la raya el año de 1816.

6ª) La del general La Serna de seis a siete mil hombres, combatida diariamente por el espacio de seis meses, de enero a julio de 1817 y rechazada con la pérdida de más de la mitad de su fuerza en todos respectos.

7ª) La del general Valdés, de cinco mil hombres el año 19, rechazada en la garganta de la cordillera.

8ª) La del general Olañeta el año 21, cuya vanguardia trajo el coronel Valdés, alias el Barbarucho, e hizo sorpresa a Güemes, de cuyas resultas murió éste.

9ª) La del mismo general Olañeta a principios de 1822, compuesta de cuatro a cinco mil hombres, cuya vanguardia de dos mil hombres fue batida en la playa del río Grande y tomada prisionera toda ella, incluso su jefe, el general don Guillermo Marquiegui, por los gauchos de Salta y Jujuy, al mando del general don José Ignacio de Gorriti.

 

No sé si a más de estas invasiones hubieron otras en los años 18, 20, 23 y 24, pero hubiesen o no es fuera de duda que en esos años, como los demás, no hubieron otras tropas ni más fuerzas en sostén de la causa de la Independencia que las milicias voluntarias de aquella provincia.

 

Para que resalte más la importancia de la defensa de la causa nacional que hizo aquella provincia durante la guerra con el rey de España y que a sus esfuerzos se debe exclusivamente su sostén, es conducente enumerar los ejércitos que destinó el gobierno de Buenos Aires a la conquista y conservación de la independencia y el éxito y resultado que obtuvieron.

 

El primer ejército que salió de Buenos Aires el año 10, al mando del general Ocampo, a quien subrogaron los generales Balcarce, Viamonte y Díaz Vélez, fracasó tristemente y se disolvió del todo en la derrota de Huaqui cerca del Desaguadero el 20 de Junio de 1811, sin que le fuese posible sostener la independencia.

 

El segundo ejército al mando del general Belgrano fue derrotado en Vilcapugio y Ayohúma, sin que pudiese sostener la independencia.

 

El tercero al mando del general Rondeau fue derrotado en Venta y Media y Sipe Sipe en las acciones del 21 de Octubre y 29 de Noviembre de 1815, sin poder hacer ni conservar la independencia.

 

El cuarto ejército al mando del general Belgrano se mantuvo en Tucumán desde agosto de 1816 hasta el año 20, sin buscar jamás al enemigo ni aun prestar el menor auxilio a los patriotas de Salta, que se hallaban empeñados en la desigual lucha de un paisano contra diez veteranos, sirviendo de escudo  antemural, no sólo a la Nación, sino a ese mismo ejército que manifestaba tan extraña indiferencia.

 

Se saca, pues, en limpio, que es una verdad incuestionable que a los esfuerzos y constancia de las milicias de la provincia de Salta se debe exclusivamente por aquella parte la independencia de la Nación Argentina.

 

Esos patriotas salieron a campaña voluntariamente desde el año 1810 y no largaron las armas de la mano en los quince años que duró la guerra. Siempre combatiendo con el enemigo a excepción de los cortos intervalos indicados y con tal desigualdad que casi nunca estuvieron en otra proporción que la de un paisano contra diez veteranos del Rey. En esta larga campaña no tenían más cuartel que al descubierto, ya fuese en las regiones del hielo, o ya en los profundos y calurosos valles. Sin otra remuneración que un pedazo de carne asada y agua y nada más por comida; y uno o dos ponchos santiagueños cada año, por vestuario.

 

En este continuo batallar por tantos años no tengo noticias de que hubiese una sola deserción ni un solo reclamo por salario o pago. Este es verdadero y sublime patriotismo. ¡Este es un heroísmo sin ejemplo!

 

Uno de estos guerreros, mejor diré, héroes, fue don Luis Burela. El entró a servir de comandante desde principios del año 14, sin otras armas que las que arrebató al enemigo. Entiendo que el año 16, o a más tardar el 17, ya era coronel y estaban a sus órdenes los escuadrones de Rosario, Chicoana, Los Cerrillos y la Silleta y Quebrada del Toro.

 

Salta y Jujuy, con una guerra tan prolongada y desigual, quedó casi asolada a tal extremo que en cerca de cincuenta años que van corridos desde que terminó dicha guerra, todavía sus habitantes no han recuperado su antigua fortuna y bienestar. Esto es necesario ver para reconocer y premiar su mérito.

 

La Nación argentina contrajo una deuda sagrada e inmensa a favor de esos defensores a la par de la magnitud del servicio. Este es: ¡La Independencia! ¿Y qué es la Independencia? Es el haber sacado a la Nación de la triste y oscura condición de colonia de un monarca de Europa y elevádola al eminente rango de nación libre, independiente y soberana. Esto es lo que vale el servicio; y esto es lo que importa la deuda. Debe tenerse presente que la soberanía nacional no se mengua ni vale menos por ser obtenida por milicias voluntarias, ni el servicio de éstos desmerece por ser tal, sino que es más meritorio, cuando más generoso y desinteresado sea.

 

La desvalida viuda del coronel Burela viene en su ancianidad y pobreza a llamar humildemente a las puertas de la Patria en demanda de un socorro para no morirse de hambre; pero no lo pide en clase de limosna onerosa sino a cuenta de la parte que le cabe a su marido en esa inmensa y sagrada deuda, que contrajo la Nación para con sus fundadores. Es justa la demanda y debe esperarse que el supremo gobierno la atienda según su mérito”.

 

A lo expuesto por Miguel Otero cabe acotar que:

 

         Cuando se produjo la invasión de Pío Tristán el Grl. Güemes no se encontraba en Salta.

         Juan Ramírez Orozco en 1820 avanzó con 6.500 soldados sobre el territorio, debiendo retirarse ante la férrea defensa ejercida por las tropas de Güemes.

 

EN BOLETIN GUEMESIANO Nº 118 - FEBRERO DE 2010

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CORONEL DON MATEO RÍOS

 

Coronel Don Mateo Ríos

 “Prócer de Orán”

Teniente Gobernador

Primer Presidente de la Biblioteca Popular de la Ciudad.

Con justicia la prensa lo llamó “EL PROCER DE ORÁN”

 

Datos biográficos

Nació en Orán, siendo su padre el Sargento Mayor Francisco Ríos, guerrero de la independencia.

Es muy probable que su nacimiento ocurriera en el año 1790 0 1791, no tenemos documentación ni trabajo escrito que lo acredite, no obstante lo cual, simples operaciones matemáticas con la fecha de su muerte y de los años de edad con que contaba entonces, permiten acercar este año como probable de su natalicio.

Siendo muy joven, en enero de 1814, se presenta ante el general Belgrano que estaba comandando sus fuerzas en Jujuy, dándole a conocer sus deseos de incorporarse a la vida militar.

Conocedor de los seres humanos y de sus cualidades, Belgrano dispuso que Mateo marchase a Tucumán para ser incorporado allí a la academia de cadetes.

Ya siendo militar contrajo enlace, en 1816, con doña Úrsula Álvarez. Doña Úrsula falleció en Salta en 1883.

 

Actúa en la guerra por la Independencia

En un informe existente donde Don Mateo reclama sueldos atrasados como guerrero de la Independencia, ríos dice: … “Una vez recibido del ejército del Gral. San Martín, este jefe dispuso que el Gral. Martín M. de Güemes que estaba nombrado jefe de la Vanguardia, viniese a la provincia de Salta y levantase dos cuerpos de línea, uno de infantería y uno de caballería. Fui destinado a este último.

Su regimiento abrió  la campaña tomando el servicio de vanguardia, batiéndose en la Quebrada de Humahuaca, Puesto de Marques, Río Grande de Jujuy, y otros mas. Esta campaña – dice el mismo Ríos – duró cinco años durante los cuales nos batimos frecuentemente con el enemigo, agregando: …“Por la muerte de los jefes, ascendíamos los subalternos que quedábamos en la lucha”…

 

Ascensos

21 de Julio de 1817. Es designado Alférez Abanderado del Cuerpo de Granaderos a Caballo.

16 de Julio de 1819. Es ascendido a Teniente de la misma agrupación.

21 de febrero de 1821. Llega a ostentar el grado de Sargento Mayor.

Dice el miembro de la Academia Nacional de la Historia Mons. Miguel Ángel Vergara –  refiriéndose a Dn. Mateo Ríos y al Coronel Dn. Manuel Eduardo Arias, ambos guerreros de la Independencia de descollante actuación que: …“La Serna (Jefe Español) se va definitivamente y que, los gauchos como los indios en el siglo XVI, despeñaron grandes rocas que hirieron y mataron a muchos de los españoles que se retiraban en forma total del territorio argentino. Además, mas arriba, Manuel Eduardo Arias y Don Mateo Ríos de Orán, repitieron la seria jugarreta de las yeguas chúcaras y espantadas con cueros y llamas de paja sobre la caballada de Olañeta que se dispersó en el acto…”. Así terminaba aquella última invasión realista. Loa dos jefes patriotas mencionados, fueron en distintos momentos Tenientes Gobernadores de Orán y du distrito.

Todos los despachos de ascensos y destinos que tuvo Mateos Ríos fueron refrendados por el General Güemes. Todos los servicios detallados fueron prestados en el regimiento de Granaderos a Caballo.

Tuvo activa participación en todos los encuentros con que los patriotas hicieron evacuar los territorios de Salta y Jujuy que empeñosamente querían invadir los realistas.

 

Un hecho militar que lo enaltece.

Una publicación periodística (El Tribuno, 31-8-1971) cuenta del Teniente Coronel Dn. Vicente de Uriburu y Hoyos que fuera Teniente Gobernador de Orán, y también, como Ríos, guerrero ilustre de la Independencia que: … “Asistiendo a la larga campaña en defensa de la libertad de nuestro territorio, distinguiéndose (Uriburu) por su valor en el combate de Humahuaca, en el cual recibió una grave herida y casi hubo de perder la vida a mano de los enemigos, a no haber intervenido oportunamente el bravo coronel MATEO RÍOS, que lo salvó ayudándole a levantarse y a montar caballo”…

Resulta interesante destacar que, antes en el tiempo, en el episodio que antecede, actuaron con singular valentía dos personajes ilustres que tienen especial valor para Orán puesto que ambos ejercieron las funciones de Tenientes Gobernadores de la Ciudad. Mateo Ríos, centro de nuestro trabajo y Vicente de Uriburu que, durante su gobierno, en 1883, organizó el desvío del Río Iruya para evitar inundaciones a la ciudad. Ambos, como se ha relatado, fueron defensores inclaudicables del territorio patrio ante las incursiones realistas. La publicación periodística que mencionáramos anteriormente dice que el Coronel Mateo Ríos tuvo activa participación en las invasiones realistas de los años 1817, 1819, 1820, y 1821.

 

Teniente Gobernador y Jefe Militar de Orán.

El 22 de febrero de 1822 fue nombrado Teniente Gobernador de la Ciudad de Orán por el Gobernador Intendente de Salta General José Ignacio de Gorriti, cargo del que renunció varias veces, hasta que finalmente se le aceptó  sin resignación, el 21 de junio de 1823.

Durante esas contingencias de su vida, se produjo la invasión del Coronel español Valdez (Barbarucho). “Ríos fue hecho prisionero una noche en Orán, en diciembre de 1822, cuando ejercía el cargo de Teniente Gobernador, y fue conducido a las cárceles de Potosí, de dónde logró fugar a los cinco meses, regresando a su patria”.

A su regreso, “establecido en Salta, ofreció sus servicios al Gobernador salteño, General Arenales quien o nombró Segundo Jefe del Batallón Defensores de las Leyes, de cuya organización fue el encargado”.

“producido el derrocamiento del General Arenales por parte del General Gorriti, quien ocupó la Gobernación de Salta, este nuevo gobernador destinó Ríos a Orán, como Jefe Militar del distrito.

 

En la guerra con la Confederación peruano-boliviana

“En 1830 el Gobernador Dn. Juan J. Gorritti lo nombró Teniente Gobernador político y militar de Orán, cargo que desempeñó hasta 1837., año en que se declaró la guerra con el Mariscal Santa Cruz, dictador de Bolivia que estaba aliado con el Perú”.

Durante este acontecimiento bélico “Ríos fue llamado por el General Heredia recibiendo el Grado de Teniente Coronel debiendo marchar sobre Tarija como Jefe de la Vanguardia Argentina. El 29 de mayo de 1836, Ríos con su vanguardia del ejército comandado por el Gral. Gregorio Paz sorprendió a la avanzada Boliviana situada en la Laguna de Acambuco. El 17 de junio siguiente Ríos y sus soldados se apoderaron de Cuesta Vieja y el 24 estuvo junto al General Paz en la acción de Cuyambuyo”.

“terminada la guerra con la Confederación peruano-boliviana, en 1830 el Gobernador de Salta Don Manuel Solá, lo nombró Coronel y Jefe Militar de Orán”

 

Mateo Ríos Unitario

“Corría el año 1838, Ríos se encontraba desempeñando el cargo mencionado anteriormente, estando al frente de las tropas del distrito. En 1840, el 13 de abril, la Legislatura de Salta declaró la guerra a Rosa”. Así se ponían de manifiesto gravísimas desavenencias de ideas y de sus sostenedores. Abrazó la causa unitaria. 2el entonces Coronel Mateo Ríos fue nombrado Comandante General de Armas de la Provincia de Salta, pero muy poco tiempo después, el gobierno dispuso su regreso a Orán, nombrándolo Comandante Militar de aquel departamento y encargado de organizar un regimiento de Caballería”.

Aparecían entonces sus reconocidas dotes de militar disciplinado y capaz de formar hombre consustanciados con las fuerzas de seguridad de la república.

Orán la tierra de su nacimiento fue, indudablemente depositaria de entrañable cariño por parte de don Mateo Ríos, y después de luchar sin desmayos en la causa patriota y en defensa del territorio patrio contra deseos expansionistas de gobiernos vecinos, sus esfuerzos se volcaron a trabajar activamente por el progreso del suelo natal.

(…)

“El coronel Mateo Ríos falleció en San José de Cerrillos, de “hidropesía” el 23 de julio de 1878 a la edad de 88 años.

Una de las calles de la ciudad de Orán lleva el nombre de este prócer oranense y también lo lleva una escuela que presta sus servicios en el barrio Aeroparque de la ciudad.

 

BIBLIOGRAFÍA

LUNA, Hugo Alberto: “Figuras destacadas – Sus pergaminos”, tomo I, 3L Ediciones, Orán (Salta), 2001

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CORONEL DON MANUEL EDUARDO ARIAS

 

CORONEL DON MANUEL EDUARDO ARIAS

Comandante del escuadrón de Gauchos de Orán, de Humahuaca y la Puna en la Guerra por la Independencia.

 

¿Dónde nació Manuel Eduardo Arias?

Esta pregunta que nos hemos formulado también se hizo para si el historiador jujeño Don Félix Infante al escribir una interesante biografía de este héroe de la Independencia.

Infante continúa esta parte de su obra diciendo: … “Los libros parroquiales de nacimientos e San Salvador de Jujuy y Humahuaca no lo consignan a pesares de una metódica y prolija búsqueda que hice de ellos, desde los años 1750 en adelante”.

También agrega: … “Los libros correspondientes a San Andrés de la Provincia de Salta, no pude consultar, en razón de que, de existir los correspondientes a esos años deben encontrarse en el Archivo del Arzobispado de esa provincia, investigaciones que no he podido realizar .

“Existe en este sentido, no poca dificultad en razón de que, por costumbre de esa época, los hijos naturales se registraban en los libros parroquiales únicamente con los nombres de pila, seguidos, no siempre, por el apellido de la madre. Pero, nueva dificultad, porque no se ha podido aclarar cuál fue el nombre y apellido maternos, es decir de aquella joven humahuaqueña apodada La Coya y que fuera consignada por el meduloso historiados salteño Dn. Bernardo Frías”.

También Infante nos ofrece un panorama de la infancia de Manuel Eduardo Arias cuando manifiesta:… “Así creció en el cariño de su madre “la Coya” y en las disciplinas rigurosas de su padre. En su hogar humahuaqueño y al calor del regazo materno, todo lo que un niño de corta edad puede aprender. Pro fue su padre y el cura del pueblo los que le llevaron, como a tantos otros niños de la época, la luz de las primeras letras. La vida le daría con creces esa cultura suya que adquirió sin escuelas ni maestros, ya que, por aquellos años, para adquirirlas era necesario alejarse a ciudades lejanas donde solo unos pocos privilegiados la hallaban”.

Sobre su cultura, el escritor jujeño dice: …“Su mayor y mas capacitado maestro fue su propia existencia, en lucha constante con el medio. En sus frecuentes viajes a San Andrés, Orán, Iruya, Jujuy y Salta, Arias adquirió la destreza y seguridad en el manejo el caballo que solo una vida cerril prolongada y campestre puede dar. Supo domar con toda ciencia y recursos del más avezado domador de sus pagos… Sobrepasó a compañeros y amigos en sus habilidades criollas, hasta adquirir la suficiente destreza para sobresalir como gaucho entre los gauchos”.

“Fue poseedor, para la época, de un sobresaliente grado de cultura. Ese grado de cultura, dice Infante: … “se revela en sus cartas escritas con hermosa caligrafía inglesa, donde se advierte su carácter en la firmeza de sus convicciones patriotas… Ama a su tierra, que es la tierra de toda su vida. Ello lo dice con rasgos firmes y elocuentes.

“En ese rincón poético del norte (Humahuaca, San Andrés, Serranías del Zenta, Peña Blanca) nació y vivió Arias, bebiendo el néctar telúrico que lo hizo fuerte en el amor al terruño, que lo hizo batallar sin tregua en la tremenda guerra de nuestra Independencia, entregándole  a ella, como lo hicieron todos los hijos de estas tierras, su fama, su hacienda y vida, en holocausto sublime ante la patria en gestación, dándole páginas de eterna e inmarcesible gloria y contribuyendo con su acero, a trazar sus fronteras en el norte”.

Lo dicho por el estudioso jujeño, rendido admirador de Arias y de su actuación militar en las gestas emancipadoras, nos permiten, aunque solo sea tener como posibilidad bastante aproximada a la realidad, la de que Manuel Eduardo Arias halla nacido en el nombrado paraje del Departamento Orán, en plena precordillera Salto-Jujeña, muy cerca dela transitada abertura denominada Abra del Zenta (4.600 m.s.n.m.) sería, por lo tanto un Oranense benemérito, pero, si lo dicho fuera descartado por documentaciones que acreditaran cosa contraria, no sería motivo para desconocer el valor, la bravura y el patriotismo que adornaron a este Jefe de Huestes oranenses en aquella contienda de defensa del suelo natal.

“Era nieto bastardo del general Francisco Gabino Arias Rangel, habido por su padre, D. Francisco Arias, con una joven de Humahuaca a quien llamaban “La Coya”.

“Su abuelo – señala el historiador Frías en su historia de Güemes y Salta – terminó con gloria el destino  de la ilustre familia, que fue de conquistadores y pobladores de la provincia de Salta, realizando sobre los salvajes del Chaco una última y feliz expedición en su desierto, después que sus antepasados habían conquistado y fundado pueblos en el Valle de Lerma hasta Guachipas.

“Se hallaba por lo tanto, el coronel Manuel Eduardo Arias Vinculado con lazos de sangre  con hogares patricios de Salta, y se distinguía personalmente por ser un insigne jinete, un gaucho de todas veras. Era al mismo tiempo, el gran caudillo de las comarcas del Norte de aquella provincia con singular predicamento en las poblaciones del Valle de San Andrés, donde tenía su casa, y en las de Humahuaca y Orán, asiento de su gobierno.

Que Manuel Eduardo Arias fue Teniente Gobernador de Orán, como se puede leer en las líneas que anteceden, queda corroborado cuando se lee en “Compendio de la Historia de Jujuy, de Mons. Miguel Ángel Vergara, editado por el Gobierno de Jujuy en 1968, en su pág. 247, al Teniente Gobernador de Orán cuando a principios de enero (1817), lo buscó el Jefe español Marquiegui, siendo rechazado y diezmado…”

“El coronel Arias se había incorporado a los defensores del suelo natal desde comienzos de la lucha empeñada contra los realistas.

“El 5 de julio de 1814 se le encuentra de Capitán de “Bomberos” en las partidas gauchas. – Bomberos: Soldados o gente particular que tiene como misión fundamental observar los movimientos de las tropas enemigas  para facilitar las tareas de las tropas a las cuales pertenecen.- El término actual podría ser “Espía” - Ejecutor de tareas de espionaje.

“Conocedor Güemes de sus sobresalientes cualidades, dice Frías, le confió la defensa de Orán el 5 de junio de 1816, quedando bajo su inmediata jurisdicción las poblaciones del sur de Tarija y de Yavi, esto es: Orán, Iruya, Santa Victoria, San Andrés y Humahuaca, con todo el maravilloso Valle del Zenta que conocía como sus manos.

“Sus datos personales no eran de menor estimación, pues era de figura gallarda, ancho de espaldas, saliente pecho, de un carácter sociable y por todo punto alegre, amigo de las fiestas y por lo mismo, justamente querido y popular.

Su biógrafo jujeño Dn. Félix Infante nos ilustra sobre cualidades que poseía Arias, diciendo… “y cómo no había de influir  en su espíritu la diaria contemplación de los panoramas maravillosos, tal vez únicos de Zenta, con sus desfiladeros y gargantas, sus cerros policromos y la bravura majestuosa de sus rocas enormes, en eterno y diario comulgar con el inmaculado cielo de azul bellísimo, que parece bajar sobre la majestuosa soledad de las altas montañas para acariciarlas con ternura de eterno enamorado!...”

Presumiblemente por mercedes (regalos reales otorgados para recompensar servicios destacados a la corona) sus ascendientes recibieron extensos territorios entre los cuales se encontraba el Valle de San Andrés, a orillas del río del mismo nombre, con el paraje homónimo, donde tenía su residencia habitual. Es aquí donde, en la actualidad se está centrando la atención de futuras actividades turísticas, tanto por la belleza incomparable de sus cerros como por la exuberancia de la selva circundante.

Volviendo a la actuación militar del Coronel Arias, una publicación periodística (El Tribuno 17 de junio de 1972), comentaba el revés patriota de  Yavi y como los oranenses y quebradeños a cuyo frente se encontraba Arias, a través del Abra del Zenta, llegaron a San Andrés dónde se encontraba su cuartel General y desde allí obligaron a los realistas comandados por el Coronel Marquiegui a replegarse a su asiento en la quebrada, a comienzos de 1817.

En el pueblo de Humahuaca los españoles habían preparado una plaza fuerte para mantener libre la comunicación del ejército invasor de nuestro territorio y sus centros militares de Tupiza.

Por datos confidenciales que le arrimaban pobladores quebradeños sobre la organización de la fortificación de Humahuaca, Arias decide atacarla, para lo cual, solicita la consiguiente autorización de Güemes. Conseguida esta, se pone en marcha desde San Andrés en medio de una tremenda tempestad, sus fuerzas están compuestas por 150 hombres con muy pobres armamentos, en algunos casos solo garrotes.

Divididos en tres secciones, al amanecer del día 1ro. De marzo de 1817, Arias y su gente irrumpieron sobre el pueblo y atacaron con inigualada bravura a las tropas españolas que se batieron con denuedo pero terminaron por rendirse, después de largas horas de feroz lucha.

Se tomaron 7 cañones, 100 fusiles, mucho vestuario, ganado y otros enseres, y de los 130 realistas que constituían aquella guarnición, fueron muertos 4 oficiales y veinte soldados, siendo tomados prisioneros otros siete oficiales y ochenta y seis de tropa. Entre los trofeos mas preciados de aquella conquista del Coronel Arias figura una Bandera del Regimiento español que fue remitida al general Belgrano en Tucumán.

Aquella Bandera realista fue paseada con el asta hacia abajo ante las tropas patriotas de Tucumán y el pueblo reunido en la plaza tucumana, en señal de haber sido tomada por los patriotas, y se encuentra  actualmente exhibida en un marco de enormes proporciones en una de las paredes laterales de la Iglesia de La Meced de Tucumán, cuando en justicia debiera encontrarse en la Iglesia Catedral de la Nueva Orán, puesto que fueron los hijos de las tierras oranenses quienes la conquistaron en lucha sin cuartel.

Oficialmente, sobre la cuestión de las banderas capturadas a los españoles por Arias y sus tropas oranenses, el General Cruz, segundo de Belgrano, al firmar el Boletín número 21, del 1ro. De mayo de 1817, dice: … “Igualmente se han recibido las dos banderas del regimiento 1 de los tiranos tomadas en Humahuaca por el valeroso Teniente Coronel Arias y se han presentado abatidas a la expectación de todo el ejército formado al efecto en el campo de la Victoria, y a la del público. Tantas glorias repartidas forman la Nación de Sud América y manifiestan su genio”.

Por la meritoria acción militar de Humahuaca, Arias fue ascendido a Teniente Coronel Graduado, según decreto del 25 de abril de 1818, refrendado por el Director Supremo Pueyrredón.

4 de los oficiales que actuaron al mando del coronel Arias y él mismo recibieron medalla de oro por el coraje y formación militar demostrada en aquel combate, medallas de plata recibieron otros oficiales y la tropa debía llevar en el brazo una cinta con la inscripción LA PATRIA A LOS VENCEDORES DE HUMAHUACA. Estos premios fueron otorgados a propuesta del General Manuel Belgrano.

Sus convicciones religiosas.

Que Manuel Eduardo Arias tenía firmes convicciones religiosas que le fueron inculcadas en su niñez y se afirmaron con el correr de los años, puede comprenderse al recordar que su biógrafo nos ilustra sobre su niñez, diciendo que recibió sólida educación de sus padres y del cura del pueblo. Pero aparecen con meridiana claridad cuando él mismo expresaba en el parte de guerra de la batalla de Humahuaca que los españoles estaban prevenidos seguramente por espías traidores, pero:… “No les valió de nada después de que la ayuda de la Virgen del Pilar, a quién me encomendé, a haber ellos aguardándome  noches antes y en la que avancé estar con descuido”… También en ese mismo parte, Arias detalla todo lo capturado después de la victoria, empezando por armamentos, oficiales, soldados, bastimentos, ganados y además… “Un par de ornamentos superiores, los que he destinado en acción de gracias, uno a la capilla de este cuartel principal (San Andrés, Dpto. Orán) y el otro a la Virgen de Humahuaca, cuando evacúen del todo los enemigos nuestros destinos, con sus respectivos Vasos Sagrados y un Misal Forrado de terciopelo con sus corchetes de Plata”.

“Luego de la toma de Humahuaca, dice el artículo que hemos mencionado, por parte del coronel Manuel Eduardo Arias y sus fuerzas, el general español Olañeta se puso en persecución de aquel, que conducía a los prisioneros tomados en dicha acción.

“Los gauchos de Arias lograron tender una emboscada al coronel Antonio Seoane, jefe de las fuerzas militares de la columna de Olañeta, el que cayó prisionero el 3 de abril de  aquel año (1817).

“El grueso del ejército real bajo el superior comando del general La Serna, salió de Jujuy el 13 de abril en dirección a Salta, ciudad a la que llegó el día 16: pero fue tan tenazmente hostilizado en los alrededores de aquella capital por las partidas de Güemes , que impidieron a las columnas volantes destacadas para el reabastecimiento de víveres y reunir caballadas, que el general en jefe enemigo resolvió evacuar la ciudad de Salta en la noche del 4 al 5 de mayo, después de 19 días de ocupación.

“Durante su marcha retrógrada sobre Jujuy, el ejército real fue constantemente hostigado por su flanco derecho y vanguardia por la división del comandante Arias, y por la izquierda, por la del Teniente Coronel José Gabino de la Quintana.

“La Serna se vio obligado a evacuar la ciudad de Jujuy el 21 de mayo, prosiguiendo su repliegue hacia el norte, intensamente molestado por las divisiones de gauchos,  entre las que se contaban las del Teniente Coronel Arias. Este persigue a los realistas desde Chorrillos hasta Abra Pampa y desde este punto hasta la Quebrada de Sococha, unido con el valiente Comandante Manuel Álvarez Prado, mientras que las fuerzas de Pérez de Uriondo, por la derecha, entraban hasta Tupiza y sorprendían las primeras divisiones realistas que acababan de establecerse en este punto remoto.

“En esta persecución, Arias logró matar a sus enemigos una cantidad de hombres y hacerles algunos prisioneros. Así terminó esta gloriosa campaña el 27 de junio de 1817.

“Desde Abra Pampa, Arias comunicó a Güemes el resultado obtenido.

 

Frente a un avance de Olañeta.

“El Coronel Arias operó en el mes de diciembre de 1817 ventajosamente en Humahuaca y Tilcara y el 20 de este mes logró hacer caer en una emboscada a una pequeña partida realista de la que tomó varios prisioneros.

“Con todos estos movimientos, el valiente Comandante Arias logró detener una invasión de Humahuaca. El jefe español marchaba al frente de 1000 hombres con los que había llegado a Uquía  el 1 de diciembre. La invasión mencionada se había perfilado por la quebrada de referencia el 3 de agosto de 1817, pero Arias batió a los invasores el 23 de ese mes en Los Toldos y Baritú; el 25 de noviembre en Colanzuli, el 27 del mismo mes en Humahuaca, el 1ro. de diciembre en Uquía, el 5 en Caluti, el 18 en San Lucas y el 25 y 26 de diciembre en Tilcara, obligando a Olañeta a replegarse sobre Humahuaca.

En aquellas históricas jornadas, según el miembro de la Academia Nacional de la Historia Mons. Miguel A. Vergara: … “Los gauchos como los indios en el siglo XI despeñaron grandes rocas que hirieron y mataron a muchos… además mas arriba, Manuel Eduardo Arias y Don Mateo Ríos de Orán, repitieron la seria jugarreta de las yeguas chúcaras y espantadas con cueros y llamas de paja sobre la caballada de Olañeta que se dispersó en el acto…”.

A comienzos de 1819, obligado por sus superiores, el general español La Serna organizó una nueva invasión al territorio patrio. Contaba para ello con un ejército 5.000 hombres. Algunas de sus divisiones al mando del general Olañeta invadieron Jujuy, primero tomó Humahuaca y Tilcara, cuando le salió al paso el Comandante Manuel Eduardo Arias y actuando sobre los flancos, fue destruyendo aquella fuerza poco a poco. Olañeta, sabiendo por experiencia, le ofreció en nombre del Rey, honores y mejoras si desertaba y pasaba  a las fuerzas suyas. Arias le contestó con un tiro de fusil.

La Gaceta de Buenos Aires, refiriéndose a Arias y su acción en la guerra por la independencia: … “en el hostigamiento y en la guerra de “recursos” contra el enemigo, Arias fue “el campeón”. Los ganados y víveres sustraídos a ellos suman cantidades fabulosas”…

 

Arias enfrentado con Güemes.

Luchas intestinas enfrentaron a Güemes con el Coronel Manuel Eduardo Arias, quien, luego de tomado prisionero fue deportado a Tucumán.

Los partidarios de Güemes desataron mil calumnias e infamias sobre Arias, tratando de hacerlo aparecer en trato con los españoles, sin embargo poco después, la propia sala de representantes de Salta, en 1823, llamó al Coronel Arias GLORIA Y HONOR DE LA PROVINCIA.

En Tucumán, el Coronel Arias fue Mayor General de las tropas que derrotaron a Güemes en Rincón de Marlopa, Trancas y Acequiones durante el conflicto Tucumán-Salta.

Comentando estos últimos hechos, el Dr. Joaquín Carrillo dice: “Güemes no podía competir en el mando con el jefe Don Manuel Eduardo Arias, el antiguo subalterno y jefe de las vanguardias patriotas de Jujuy”.

Arias vuelve a Jujuy. El sistema impuesto por Gorriti desde Salta, conspira en alarmante forma contra la Tenencia de Gobierno de Jujuy y el problema se agudiza día a día, en estas circunstancias Arias defiende los derechos de Jujuy contra la opresión salteña.

Un complot motivado por enojos personales, aspectos económicos y tal vez algunos de otra índole, del cual formaban parte unos treinta hombres, urdió un ataque al Coronel Arias que viajaba de Humahuaca a Orán, incendiaron la casa donde este se había refugiado en San Andrés y cuando ahogado por el humo el Jefe patriota salió fue muerto a tiros y garrote. Era la noche del 16 de julio de 1822.

Don Félix Infante, su biógrafo, en la última parte de su trabajo sobre Arias decía: … “MANUEL EDUARDO ARIAS, en espíritu, seguirá como Jefe de Vanguardia, recorriendo altivo, en su brioso caballo de pelea y a la cabeza de sus gauchos de Orán, San Andrés, La Puna y Humahuaca  los caminos polvorientos de La Quebrada y de los Valles”.

“Así lo verán pasar enhiesto, avizorando lejanías de libertad para su pueblo; sable en mano entre huaicos y quebradas, entre montes y cañadas, entre el retumbo fragoroso de cien cascos de batalla, y entre el estrépito infernal de batir de guardamontes.

Lo verán desde el Zenta majestuoso, dominando las abras a lo lejos, el cuerpo hecho roca también, firme en la defensa del solar nativo, eterno en el impulso de luchar.

Y esa será, por siglos, la estatua colosal levantada a su memoria.

 

BIBLIOGRAFÍA

LUNA, Hugo Alberto: “Figuras destacadas – Sus pergaminos”, tomo I, 3L Ediciones, Orán (Salta), 2001

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LAS MADRES DE LA PATRIA

 

   Que la emancipación americana no hubiera sido posible sin la heroica actuación de los “Padres de la Patria”, héroes inmortalizados por la Historia, como Güemes, Bolivar o San Martín, es un dato incorporado a nuestra concepción desde las más tempranas lecciones escolares. Pero no siempre ha quedado suficientemente manifiesto que la gesta libertaria de aquellos destacados patriotas, se vio posibilitada por la labor (a veces desconocida, a veces minimizada) de muchas valientes mujeres, heroínas sin las cuales difícilmente la Patria hubiera llegado a nacer…

   Es cierto que algunas de esas mujeres han llegado a entrar en las páginas doradas de la historia. Es el caso de “tucumanesa” Manuela Pedraza, levantada en armas en 1806 contra las fuerzas invasoras inglesas, luchando junto a su esposo. En este caso, su memorable actuación no ha pasado desapercibida para los cronistas, tal vez precisamente, porque luchó por la liberación de Buenos Aires… 

   También figura en la página oficial Mariquita Sánchez de Thompson, una de las primeras mujeres argentinas políticamente activas.[] Su casa de la calle Umquera, hoy calle Florida, acogió a las personalidades de la causa revolucionaria de 1810, atraídas por la hospitalidad de la dueña. Los asuntos más delicados se debatían allí, así como los temas literarios. En su célebre salón fue interpretado el 14 de mayo de 1813 por vez primera el Himno Nacional Argentino.

   Tampoco se olvidan los libros el aporte de las mujeres en las campañas sanmartinianas: "La patria no es solo de los hombres y aunque en la hora decisiva de partir las mujeres quedan y el ejército lleva el trabajo en sus manos y la angustia de su espera". Trabajaban por igual las mestizas y las mulatas, la que no dio joyas y esclavos dio zapatos y tejió ponchos. Desde entonces el libertador siempre contó, para sus altos planos con la valiosa contribución de mujeres, la mayoría de ellas anónimas u olvidadas. Un grupo de mujeres encabezado por la señora doña María de los Remedios Escalada de San Martín se reunieron en el Cabildo. Allí decidieron donar sus alhajas al ejército. Empezando por Remedios, La esposa de San Martín, todas las mujeres reunidas comenzaron a donar las joyas que vestían y se comprometieron a contribuir con las que quedaban en sus casas. Lo mismo sucedió en Mendoza y San Juan. Las Patricias Sanjuaninas colaboraron durante el cruce de Los Andes de San Martín. Muchas se hicieron cargo de la economía de su hogar y lograron que la provincia no quebrara durante la gesta.

   Pero en cambio, pocas veces se pone el mismo esmero en contar otras historias del mal llamado “interior”, como por ejemplo, la de la salteña Juana Gabriela Moro. Nacida en 1785, hija del Acalde Mayor de Orán Don Juan Antonio Moro Díaz, formó parte de una compleja y minuciosa organización de espionaje, dedicada a vigilar a los ejércitos realistas que ocuparon la provincia de Salta en 1814, tras las derrotas de los ejércitos revolucionarios en Vilcapugio y Ayohuma. A través de dicha red de observación, de la que también participaban criadas de confianza, y hasta niños, la información reunida se ocultaba en el hueco de un árbol a orillas del río Arias, donde era retirada por los espías del General criollo Luis Burella. Aún en plena ocupación realista, Juana se jactaba de su habilidad para espiar sin ser descubierta. El Jefe del Ejercito Realista del Alto Perú, Joaquín de la Pezuela, basado únicamente en sospechas, la condenó a muerte, por lo que fue “emparedada”: encerrada en su propio domicilio, con sus puertas y ventanas totalmente tapiadas. Fue salvada por la clemencia de otras mujeres, vecinas que (aunque partidarias de los realistas), compadecidas de su suerte, horadaron la medianera, salvándola de morir de hambre y sed.

   También Doña Loreto Peón de Frías, notable dama salteña nacida en 1777, tomó una osada actitud cuando los ejércitos realistas del General De la Serna ocuparon nuevamente Salta en 1817. Mujer de reconocidos encantos, supo aprovechar los bailes y reuniones sociales (a los cuales eran aficionados tanto los miembros de la alta sociedad salteña, como los oficiales españoles), para llevar adelante sutiles tareas de inteligencia. Allí, equilibrando coqueteo y sagacidad, conseguía información de los galantes e incautos oficiales realistas, que luego era transmitida a las tropas revolucionarias. Cuando enterada en un baile por un alto jefe español de que De la Serna preparaba un ataque sorpresivo a las tropas revolucionarias acantonadas en los Valles Calchaquíes, Doña Loreto misma, sin atemorizarse por lo avanzado de la noche, cabalgó hasta darles aviso a los patriotas. Su valor la llevó incluso a estar detenida en el Cabildo de Salta.

   María Magdalena Güemes de Tejada, más conocida como “Macacha”, nació en Salta, el 11 de diciembre de 1787 y contrajo enlace matrimonial en octubre de 1803, a los 16 años de edad, con don Román Tejada, perteneciente a una antigua familia realista de Salta. Su acción a favor de la causa patriota se inició poco después de la Revolución de Mayo, cuando convirtió su casa en taller de confección de uniformes para los soldados de la partida de observación organizada por su hermano. A partir de entonces fue su más entusiasta colaboradora y supo sacar partido de su noble inteligencia y posición para desempeñar tareas arriesgadas, especialmente cuando los realistas ocupaban la ciudad de Salta y Güemes los combatía con todos los medios a su alcance.

   Doña Martina Silva de Gurruchaga: distinguida dama nacida en Salta hacia 1790, excelente jinete y conocedora del campo. Sumándose a las fuerzas de la patria, tuvo activa participación en la Batalla de Salta del 20 de febrero de 1813. Con sus mujeres gauchas y un grupo de paisanos reclutados en las fincas ubicadas entre los Cerrillos y los Yacones, asomó desde las lomas del Oeste para atacar el ala realista, provocando su desbande y retirada hacia la ciudad.

   Pero valientes mujeres del Alto Perú (actual Bolivia), que formaba parte del Virreynato del Río de la Plata, se destacaron en diferentes episodios de la lucha por la Independencia, como recordamos a continuación:

   Las heroicas cochabambinas o Las heroínas de la Coronilla: Cochabamba fue la primera provincia Altoperuano en tomar las armas en defensa de la Revolución de Mayo y una segunda insurrección culminó en mayo de 1812, combatiendo con sus tropas criollas e indígenas. El realista José Manuel de Goyeneche, al mando de una poderosa tropa, venció al caudillo Estaban de Arze y penetró a Cochabamba. El último muro que debió vencer fueron las mujeres y poquísimos hombres que estaban atrincherados en la colina de San Sebastián. Las mujeres, con sus rebozos atados a la cintura, hicieron fuego por espacio de tres horas, enfrentando al enemigo por los cuatro puntos del arco. Murieron así treinta mujeres, seis hombres de garrote y tres fusileros. La caballería enemiga rompió el cerco y entró a sangre y fuego, pasando por las armas a las patriotas que luchaban por la independencia. Tiempo después, Belgrano exaltó la valiente acción de las mujeres cochambinas y el sacrificio de su gente exclamando: ”Gloria a la cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras”. El heroico comportamiento de las mujeres cochabambinas ha sido reconocido por el pueblo boliviano y su gobierno, declarándose el 27 de mayo Día de la Madre Boliviana, en honor a estas ilustres heroínas de la Coronilla.

   Vicenta Juarista de Eguino y Simona Manzaneda: fueron dos aguerridas mujeres que se plegaron a los revolucionarios que ocuparon La Paz en 1814 al mando de Juan Manuel Pinelo e Ildefonso de las Muñecas. Para controlar la rebelión fue enviado el General Ramírez, quien entró a la ciudad en noviembre de 18l4, encarcelando y fusilando a los rebeldes comprometidos, mientras que Pinelo y Muñecas lograron huir hacia Larecaja.

   Juana Azurduy de Padilla, nacida en el cantón de Toroca (Departamento de Potosí)  el 12 de julio de 1780,  fue una patriota guerrillera del Alto Perú (actual Bolivia), que acompañó a su esposo Manuel Ascencio Padilla en el liderazgo de la Republiqueta de La Laguna en las luchas por la emancipación en el Virreinato del Río de la Plata. Hablaba el castellano, quechua y aymara. Se educó en el prestigioso Convento de Santa Teresa de Chuquisaca. Allí conoció al hombre que sería su esposo a partir de 1805. Madre de cuatro niños, abandonó el hogar y se sumó a la lucha por la Independencia. Montada a caballo seguía paso a paso la contienda llevando consigo a sus hijos, que por su tierna edad, no pudieron soportar los avatares de la guerra, muriendo antes que ésta termine. Sólo le quedó la menor, Luisa, quien la acompañó hasta su vejez. A la muerte de su esposo, Juana fue nombrada Coronela por el gobierno argentino gracias a sus méritos durante la campaña. Habiéndose nombrado nuevos jefes de la insurrección se retiró a Tarija, y de allí (pasando por Orán, llegó a Salta, donde permaneció hasta 1825. Fundada ya la República de Bolivia retornó a Chuquisaca, donde murió pobre y un tanto olvidada en 1862, cuando cumplía 81 años. Bolívar la visitó, hecho que llevó un rayo de alegría a su soledad, al final de sus días.

   Un episodio interesante de la mujer en la lucha por la independencia, que tiene idílica referencia en la historiografía argentina, pero con desconocimiento de los detalles más dolorosos y heroicos, es el siguiente:

   Las niñas de Ayohuma: reciben este nombre una mujer negra, llamada María y sus dos hijas que acompañaban al ejército patriota argentino, destacándose en la asistencia a los heridos en medio del combate de Ayohuma. Fue durante la recordada derrota del ejército patriota al mando del Gral. Belgrano, ante las tropas del general español Pezuela, ocurrida el 14 de noviembre de 1813 en el Alto Perú.   El doctor Tomás de Anchorena, quien había sido secretario del general Belgrano, expresó: “Esta mujer participaba en todas las acciones con tal valentía que era la admiración del general, de los oficiales y de toda la tropa. Era la única persona de su sexo a quien el riguroso Belgrano permitía seguir la campaña del ejército, cuando eran tantas las que lo intentaban. Ella era el paño de lágrimas, sin el menor interés, de jefes y oficiales. Todos la elogiaban por su caridad, por los cuidados que prodigaba a los heridos y mutilados, y por su voluntad esforzada de atender a todos los que sufrían.” Muchos años después, en 1827, el general Juan José Viamonte encontró a María Remedios del Valle –tal era su nombre, aunque era más conocida como La Capitana- mendigando en la Plaza Victoria de Buenos Aires. Elegido diputado, Viamonte solicitó para María una pensión por los servicios prestados en la guerra de la Independencia, en un proyecto presentado en la Legislatura en 1828. La Sala resolvió reconocerle el sueldo correspondiente al grado de Capitán de Infantería. Asimismo, dispuso se publicase una biografía de “La Capitana” y diseñase los planos para un monumento que habría de erigírsele. Pero los papeles durmieron y María nunca cobró un centavo, ni tuvo biografía ni monumento. La heroína siguió mendigando y murió en la miseria.

   En fin, negras o blancas, criollas o aborígenes, humildes o aristocráticas, audaces damas de Salta, del Alto Perú y de todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, fueron también protagonistas imprescindibles del alumbramiento de la independencia. Y son ellas a quienes en este Bicentenario, con toda justicia deberíamos evocar como indiscutibles “Madres de la Patria”.

 

Gustavo Álvarez – Santos Vergara

(Orán – Salta)

 

BIBLIOGRAFÍA

 

PÉREZ TORRES, Eduardo: “La bandera de Macha”, VAH Ediciones, Salta, 2010.

MESA GISBERT, Carlos D y otros: “Historia de Bolivia, Editorial Gisbert, La Paz (Bolivia), 1997.

CASERES, Miguel Ángel:  “La batalla de Salta”, Ediciones “El Mochadero”, Salta, 2010.

REALES, Lucio: “El Noroeste Argentino y las Invasiones Inglesas”, Ediciones Fegamar, Tucumán, 1989.

Pág. Web de Sendas gloriosas de la Patria, Salta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PRODUCCIÓN DE LOS ESCRITORES DE LA REGIÓN

 

 

ARGENTINA BICENTENARIA

 

Abre el ojo al día hemisférico y austral

mi bella histérica Patria, mi Argentina,

triángulo amoroso del Atlántico mar.

Luciendo altiva sus carnes de Diva,

suspiran por ella arrogantes los Andes,

custodios gigantes del alma latina,

del son libertario, de batallas campantes.

A sus pies, la injuria de la infamia inglesa,

cae sobre la orfandad de las Malvinas

ostentando piratamente su grandeza.

 

¡Oh, mi Patria, vano sueño perseguido!

¿Adónde viaja tu nave de bacante

buscando el zafiro azul de tu destino?

¿Dónde vas republicana y petulante

oscurecido el radiante sol de Mayo?

¿Dónde quedó tu grito de libertad?

¡Encarcelado en proclamas de cipayos!

¿Dónde perdió su trono la noble igualdad?

¿Por qué no se oye ruidos de rotas cadenas,

ni el antiguo fervor patrio en las venas?

 

¡Oh, Patria del Gran San Martín amores

no te avergüence tu hambre ante su mirada!

Y cuando piadoso te mire entre jirones

de tu gente háblale, de su porfía sustentada

en los cimientos de tu noble valentía.

De los hombres y mujeres háblale

que trabajan en tu extensa geografía,

de los que luchan y conservan ideales,

en ciudades  y en el campo los rurales

porque ellos son tu real ciudadanía.

 

(Mayo de 2008)

 

Marta Juárez

(Tartagal – Salta)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ELOGIO A JUANA AZURDUY

 

Salve insigne boliviana

Juana Azurduy de Padilla,

en la historia americana

tu nombre radiante brilla.

 

Enhiesta en corcel guerrero

te rememora la historia,

firme en tu mano el acero

que marcó surcos de gloria.

 

Asombro y temor sentía

por tu temple sin igual,

aquel hispano que un día

fuera enemigo mortal.

 

Al aire el blondo cabello

galopas con majestad,

vas en pos de un magno sueño

conquistar la libertad.

 

Se entrecruzan los aceros

suenan disparos también,

triunfan los guerrilleros

que son uno contra cien.

 

Potosí dio plata al mundo

en yacimientos sin fin

mas también nos dio a Juana

indomable paladín.

 

“Español sabéis de guerra

y sois bizarro también,

mas no volváis a mi tierra,

la libertad es mi bien”

 

Juana no fuiste la docta

Sor Juana Inés de la Cruz,

pero marcaste en la historia

anchos senderos de luz.

 

De Juana de Arco la fama

superó tu lucha audaz,

hoy levantas tu oriflama

ornada de libertad.

 

Acuna Juana en tus brazos

tu bandera tricolor,

es el hijo que en la historia

alumbraste con dolor…

 

Antonio S. Martínez

(Orán-Salta)

 

 

 

 

AMOR Y CORAJE

 

De Juana Moro

a Macacha Güemes,

benditas sean las mujeres

que le dieron a la patria

lo mejor de su coraje.

La Libertad parió heroínas,

dio a luz por Chuquisaca,

Salta y Jujuy.

Sin dejar de ser madres, hijas,

esposas, entregaron el corazón

por amor a la tierra.

Fundaron naciones,

sueños latinoamericanos,

cielos abiertos,

azules de paz y esperanzas.

Desde el naciente

a la puesta del sol,

alzaron sus cabelleras al viento.

Mujeres valientes

vadearon ríos,

galoparon caminos, llanos y sendas:

Doña Petrona Arias, Juana Torino,

Loreto Peón y tantas más.

Dueña del coraje,

heroica chuquisaqueña,

alma guerrera,

Juana Azurduy.

 

Silvestre Saracho

(Orán – Salta)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL GRITO

 

   Era mayo y el frío de la opresión se colaba hasta los huesos. Por las calles de la ciudad colonial andaba él, sigiloso, como un sol clandestino, buscando el cobijo de una garganta. Aquella noche había dormido inquieto entre los esclavos del retablo, y al amanecer acompañó a los hombres que iban hacia el cabildo. Ahora se mezclaba en el rumor creciente de la plaza. Un cielo cargado de llanto pretendía apagarlo, ahogarlo antes de tiempo, cercenando las flores del un nuevo día. Todos los ojos golpeaban levemente las maderas, como un aleteo de pájaros, esperando el acontecimiento. Detrás de puertas y ventanas estaba él, creciendo de a poco, anidado en el pecho enardecido de cada patriota. De pronto, se abrieron los balcones, los brazos buscaron el cielo y todas las gargantas convergieron en él. Entonces estalló y, como un puñado de palomas, se multiplicó por los cielos de toda América. Era el grito, tan larga y dolosamente gestado, de la Libertad.

 

 

Santos Vergara

(Orán – Salta)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A DON MANUEL

 

 

Coronel Manuel Eduardo Arias

es tu historia puro elogios,

bravo jefe de mi patria.

Como otros tantos, mestizo.

sos la misma entraña gaucha,

la madre del sacrifico

que luchó por nuestra tierra

y que la llenó de orgullo.

 

En tu infancia en San Andrés

te curtió el frío del cerro.

En esas laderas aprendiste

a ser un hábil baqueano,

un ágil e inteligente jinete,

luego un heroico guerrero

cuando codo a codo con Güemes

luchaste por lo que es nuestro.

 

Venció al que desterró a Napoleón,

arrodilló a tropas con agallas,

con tanto derroche de valor

¿Por qué al que con tanta bravura

tomó armas, animales, prisioneros,

fue el gran héroe de Humahuaca

y como a Dorrego lo fusiló

con su olvido la escritura?

 

Pero con pocas palabras

hoy intento esta redención

de ese gran héroe de mi tierra

de ese gran gaucho mestizo

que con palos, chuzas y garras

al español llenó de espanto.

Al vencedor en Humahuaca

dice la esctrella de oro, en tu honor.

 

Jorge Gabriel Gomila

(Orán – Salta)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

QUÉ EPOCA

 

 

Eran épocas belicosas,

llenas de fervor popular.

Güemes defendía Salta,

Belgrano al Tucumán,

por el norte en la frontera

nadie daba un paso atrás.

 

Con un método sencillo

conociendo bien el cerro,

cualquier accidente es bueno

si se trata de emboscarlos,

siempre al lomo del caballo

y con la lanza en la mano.

 

Todo era un gran sacrificio

porque la patria lo exigía.

Había que cortar los lazos

para intentar la alegría.

El gaucho así lo apuntaló

porque la patria nacía.

 

Por el Pasaje o Juramento

Belgrano izó la bandera

y juró siempre defenderla,

llevarla en el corazón.

Aún a costa de la vida

ondearía el pabellón.

 

Hizo un alto por Yatasto

en esa posta querida

donde vive el algarrobo

de la época de epopeya

Un viejo testigo mudo

de lo que fue la contienda.

 

Por Tucumán se ordenó

a la Virgen General,

la Virgen de la Merced

que un veinticuatro y Septiembre

comandó la gran batalla

y el ejército triunfó.

 

San Martín y sus granaderos

en el combate de San Lorenzo

vencía al tirano español.

Por Baigorria y Cabral zafó

le dio las gracias a Dios

y a sus heroicos saldados.

 

Desde Mendoza cruzó

la cordillera hacia Chile

Con Bolívar se encontró,

formó una tropa creciente

y al Perú se dirigió

por la libertad naciente

 

Orán estuvo presente

con sus hijos más dilectos.

Entreverados con la gente

Eduardo Arias y Mateo Ríos,

el Zenta muestra sonriente

a sus hijos aguerridos.

 

Todo el celeste del cielo

Belgrano dio a la bandera

las nubes en blanco puro

y el sol, la sangre del Inca.

Al himno léalo entero

que es el ideal de mi tierra.

 

San Martín, Belgrano, Güemes

los más grandes de mi nación

como sangre siempre fluyen

y hacen temblar al más guapo.

Con tan solo oír sus nombres

ya se nos ensancha el pecho.

 

Jorge Gomila

(Orán – Salta)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

AL NORTE

 

 

Al norte la tierra

le dio a la Patria hijos

con espíritu guerrero.

Montoneras del coraje galoparon

al viento sendas de libertad.

Sueño del criollo y del aborigen

independencia, cielo azul, patria y paisaje

desde el naciente a la puesta del sol.

Del norte al sur, ríos de sangre valiente,

el gaucho argentino jamás se rindió.

Salta ya es libre, el espíritu no se quebró.

Hoy desde el bronce y la memoria

el centauro nacional otea el horizonte

campeando al invasor.

Que no vuelvan esas huestes

a enturbiar la paz de la tierra liberada.

 

Silvestre Saracho

(Orán – Salta)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HEROE GAUCHO

 

      A Martín Miguel de Güemes

 

Altivo guardián fronterizo

escudo norte de la Patria

la espada del valor

dibujó las primeras letras

de nuestra independencia.

 

Bronce que atesora

doscientos años de historia

mirada que alumbra

desde Orán a San Andrés

desde el valle a la montaña.

 

Intrépidas milicias gauchas

vencedoras de cien batallas

con lanzas y machetes

boleadoras y coraje

y en el pecho encendida

la bandera de la libertad.

 

Un proyectil artero

inmortalizó tu gesta

El gauchaje bravío

guarda tu memoria

bajo las estrellas de Salta.

 

Augusto Enrique Rufino

(Orán- Salta)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INDICE

 

MEMORIAS DEL BICENTENARIO, por Santos Vergara / pag. 1

 

UN NORTE PARA EL BICENTENARIO,

Por Martín Miguel Güemes Arruabarrena / Pag. 3

 

PIZARRO EN LA BISAGRA DE LA HISTORIA AMERICANA,

Prof. Gustavo Álvarez / pag. 5

 

SERVICIOS QUE PRESTO SALTA A LA CAUSA NACIONAL DURANTE LOS 15 AÑOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

PARTE I - EN BOLETIN GUEMESIANO Nº 117 - ENERO DE 2010 / Pág. 8

 

SERVICIOS QUE PRESTO SALTA A LA CAUSA NACIONAL

DURANTE LOS 15 AÑOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

PARTE II - EN BOLETIN GUEMESIANO Nº 118 - FEBRERO DE 2010 / Pág. 11

 

CORONEL DON MATEO RÍOS, Por LUNA, Hugo Alberto / Pág. 14

 

CORONEL DON MANUEL EDUARDO ARIAS, Por LUNA, Hugo Alberto: / Pág.17

 

LAS MADRES DE LA PATRIA, Por Gustavo Álvarez – Santos Vergara / Pág. 22

 

PRODUCCIÓN DE LOS ESCRITORES DE LA REGIÓN

 

ARGENTINA BICENTENARIA, Por Marta Juárez / Pág. 25

 

ELOGIO A JUANA AZURDUY, Por Antonio S. Martínez / Pág.26

 

AMOR Y CORAJE, Por Silvestre Saracho / Pág. 27

 

EL GRITO, Por Santos Vergara / Pág. 28

 

A DON MANUEL, Por Jorge Gabriel Gomila / Pág. 29                                             

 

QUÉ EPOCA, Por Jorge Gomila / Pág. 30

 

AL NORTE, Por Silvestre Saracho / Pág. 32

 

HEROE GAUCHO, Por Augusto Enrique Rufino / Pág. 33

 

 

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