EFEMÉRIDES HISTÓRICAS ORANENSES: Septiembre de 1779 - Fundación de la "Misión Zenta"
Un 13 de septiembre de 1779 los padres franciscanos fundaron en el Valle del Zenta la Misión de “Nuestra Señora de Las Angustias” para la evangelización de los aborígenes vejoces y mataguayos. En el año 1800, el visitador de las Misiones franciscanas fray Antonio Comajuncosa conoció la “Misión Zenta”, y más tarde escribió un texto en el que relata en detalle cómo era la vida en esta población que llegó a estar conformada por casi quinientos aborígenes.
Desde el Grupo de Letras y Memoria les compartimos este relato que nos aporta interesantes datos sobre la historia de la Misión, en la cual se inspiraría luego Pizarro para fundar en el Valle del Zenta la ciudad de Orán.
Para descargar el texto:
https://drive.google.com/file/d/1HxPmt8x4scMKRoSW7hjAt8rMXtVoIB1f/view?usp=sharing
Descripción de las misiones, al cargo del Colegio de Nuestra Señora de
los Ángeles de la Villa de Tarija
Fray Antonio Comajuncosa
(año 1800)
De la Misión de Centa
A distancia de 90 leguas al S desde Tarija, al trastornar toda la
serranía, en los 23º 15’ de latitud, y en los 315º 45’ de longitud, y en la
entrada del Gran Chaco, se fundó la Misión de Nuestra Señora de las Angustias
de Centa, por los padres conversores, fray Manuel Concha y fray José Ocaña,
misioneros del colegio de Tarija, quienes entraron el día 13 de setiembre de
1779, en compañía de don Gregorio Zegada, coronel de milicias, alcalde
ordinario de primer voto de la ciudad de Jujuí, Gobernador de armas en ella y
sus fronteras, y comisionado por el señor gobernador y capitán general de Salta
para esta fundación: la que inmediatamente se verificó a cuenta de la real
hacienda. Y se construyó un fuerte con sus cubos, y seguidamente la casa
habitación de los Padres conversores, todo de adobe; y luego la capilla de
palizada embarrada, proveyéndola de los precisos ornamentos y vasos sagrados: y
desde entonces hasta el año de 1796, se oblaron del ramo de sisa 3.000 pesos
anuales para el socorro del fuerte y misión, por no tener estancia de ganado, y
hasta ahora se han dado del mismo ramo 200 pesos a cada uno de los dos Padres
conversores para sus alimentos.
Esta misión está distante del pueblo de
Humaguaca 30 leguas, y 70 de la ciudad de Jujuí. Por el costado que mira al N
tiene el río que llaman de Centa, en el cual entran los de Iruya, San Ignacio y
San Andrés: es bastante grande y abundante de pescado: por el S, a distancia de
seis leguas, está otro río regular, nombrado Santa Cruz por el E, a distancia
de tres leguas de este pueblo, se halla el caudaloso río que llaman del Bermejo
o de Tarija, por venir juntos, con el cual se incorpora el de Centa, y más
abajo del de Santa Cruz, y es mucho más grande que el que llaman del Pasaje, y
abunda de muchas especies de pescados, de lobos y caimanes: y a la parte del O
se ven campos muy dilatados, de bosques poblados de ricas maderas, como de
nogales, cedros, quebrachos, quinaquina, lapacho, palo blanco y amarillo, y
otros de mucha estimación. El terreno es fertilísimo, y muy apto para viña,
arroz, trigo, caña dulce, maíz, garbanzos, lentejas, frijoles, algodón, ají,
añil, y cuanto se quiera sembrar o plantar. El temperamento es muy cálido y
húmedo, de que se infiere ser igualmente enfermizo, como que cuantos Padres han
entrado, todos enfermaron, excepto el padre fray Estevan Primo de Ayala, quien
asegura, que anualmente caen muchos enfermos, y que a veces es con tanto
exceso, que mueren muchos. Así mismo abunda de innumerables mosquitos,
zanjudos, víboras y otras sabandijas; y en los
montes hay gran copia de tigres, dantas, jabalíes y otras fieras
horribles.
Por tres partes está rodeado de
bárbaros infieles: por el N, está la nación Chiriguana; por el S, los Matacos;
por el E, los Tobas, y por el O, los cristianos de Humaguaca. Ninguna de las
naciones bárbaras ha puesto empeño en acometer, ni mortificar a esta misión y
sus vecinos, ni los españoles se han visto precisados a tomar las armas contra
ellos. Sólo en el año de 1796 hubo una expedición, que salió de Salta, Jujuí y la
Nueva-Orán para el sitio llamado San Francisco, sito entre el río Bermejo y el
de Jujuí al S, para perseguir a los Tobas alzados de la reducción de San
Ignacio del río Negro inmediato a Ledesma, por haber muerto a 11 vecinos de la
frontera, y robado varios caballos costó la expedición 15.000 pesos, pero sin
fruto, porque no pudieron dar alcance a los indios. También el año pasado de
1799 se hizo otra expedición contra los mismos Tobas, porque habiendo huido de
su reducción, robaron mucha caballada de los hacendados inmediatos; se
reunieron con ellos los Matacos, de los cuales murieron cinco, se cautivaron 17
y los demás escaparon, perdiendo 200 caballos, que pillaron los españoles.
Siempre estos indios Tobas han sido rebeldes y dañinos a los de aquella vecindad
pero los demás han dado pruebas de su pacífico corazón.
El pueblo o ranchería de los indios de
la misión no tenía orden alguno, y consistían sus habitaciones en unas ramas
paradas, y de ninguna subsistencia; hasta el año, de 1795 en que, a instancias
de los Padres conversores, fabricaron sus casas, o ranchos embarrados, y
cubiertos de paja con bastante capacidad, puestos en buen orden, formando una
buena plaza. Los Padres conversores, con solo el deseo de adelantar aquella
misión, plantaron un gran cañaveral, del que sacaban bastante azúcar de
excelente calidad, cercándole con un tapial muy fuerte, y en el mismo
continente plantaron limones, naranjos y otros árboles, y sembraron trigo,
arroz y varias hortalizas; y en la misma casa hicieron una huerta bastante
capaz, en que plantaron una viña y hermoso parral, cedros y naranjas dulces,
cebollas, y otras plantas y verduras, cogiendo ellos mismos el azadón, y sin
tener para ello más socorros que el de sus sínodos, industriándose de este modo
para proveer la iglesia de las cosas necesarias, inclinar a sus indios al
trabajo, y socorrer sus necesidades. Para el riego de todo lo dicho, tomaban el
agua de una grande acequia que corre cerca del pueblo. Hasta el día persevera
todo lo dicho sin novedad.
Para el sustentamiento de estos indios,
y tenerlos sujetos, entablaron en el principio darles ración de carne todos los
sábados del año: a cuyo fin, como no había allí estancia de ganado, venían de
tanto en tanto algunas remesas de Jujuí, y en esto se gastaban los 33.000 pesos
anuales, que se cobraban del ramo de sisa, por el que corría con esta
provisión. Últimamente, el año de 1796, el señor gobernador intendente de la
provincia de Salta, don Ramón García de León y Pizarro, actual presidente de
Charcas, puso una famosa estancia, bajo la administración de don Pedro Ignacio
López, a quien se encargaron 3.000 cabezas de ganado vacuno, 200 caballos y 300
yeguas. Pero, observándose que todo iba en decadencia, tuvo a bien dicho jefe
entregar su administración al Padre conversor, fray Estevan Primo de Ayala, el
cual en el mes de setiembre de 1797 recibió 1.824 cabezas de vientre, y 448
terneras herradas en aquella hierra inmediata, y 611 vacas, que con cargo de
reintegro se suplieron al fuerte de Pizarro; 91 caballos, 98 yeguas de vientre,
y 36 yeguas que paran en dicho fuerte, dos potros y una potranca. Hasta ahora
ha corrido y corre con esta administración dicho Padre conversor, y provee de
carne a los indios, soldados, presidarios y otros sujetos, y en el día se
cuentan 2.300 cabezas de ganado vacuno, 200 de caballar, 6 de mular y 60 de
ovejuno.
Se componía la misión de indios Vejoses
y Mataguayos, y por la inmediación de la ciudad de Nuevo-Orán, había siempre
disensiones entre estos y aquellos. Ya años pasados habían muerto los indios a
un vecino de Orán; y en el año, de 1798, los soldados mataron a dos indios, por
cuyo motivo casi todos los de la reducción se fueron al monte, con ánimo de no
volver más a ella; y después de muchas diligencias e instancias de los Padres conversores,
se allanaron a vivir en reducción, con tal que la trasladasen a distancia de
cuatro o seis leguas retirada de los españoles; a este fin fueron algunos de
los indios principales al Gobierno de Salta, y pidieron que se les hiciese esta
gracia, para evitar disensiones entre los unos y los otros: y habiéndoseles
concedido provisionalmente hasta conseguir el beneplácito de S. E., se
determinó plantarles la reducción a seis leguas de Orán, hacia el S, y una
legua, antes de llegar al Fuerte de Pizarro, adonde se trasladó el destacamento
que antes estaba en la misión. Allá se trasladaron los indios Vejoses; pero
como los, Mataguayos vivían siempre encontrados con ellos, considerando que por
estar aquellos en aquel paraje muy cerca de los de su nación, no les podía ir
muy bien, resolvieron quedarse en su antigua reducción, lo que ha sido preciso
tolerar, para que no se perdieran estas almas. Quedáronse, pues, los Mataguayos
en la reducción antigua, bajo la dirección de un Padre conversor, pero no se
les da ración sino los días que trabajen con algún empeño, para sí o para la
hacienda. Ellos son en número 93 almas, de las cuales las 41 recibieron el
santo bautismo, y las restantes son de catecúmenos; y si se verificase fundar
misión en río Seco, cuyos indios, que son de la misma nación, ya la han pedido,
sería fácil reunirse con ellos. La estatura de estos indios es regular, el
color entre moreno y amarillo, se aplican al trabajo cuando les dan de comer, y
en vicios y costumbres son casi iguales a los Chiriguanos, particularmente en
la firme creencia a sus hechiceros.
La situación para el nuevo pueblo,
destinado para los indios Vejoses que residían en la mencionada misión, está al
S, entre el río que llaman de Santa Cruz, o de Santa María, y el de Jujuí, a
las márgenes del río de Tarija o Bermejo, en una campaña llamada de Zaldua,
(nombre que le puso don Juan Antonio Moro Díaz, en obsequio de la señora
gobernadora, esposa del señor Pizarro) que tiene dos leguas de largo, y otro
tanto de ancho en chaparral y monte ralo: terreno igualmente fértil que el de
Orán o misión antigua, más abundante de pescado, y tiene buenos lugares para el
ganado, y a dos leguas están los Vejoses bárbaros. Por ahora, a más de las 60
casas 6 ranchos de palo y caña sin embarrar para los indios, no hay más
fabricado que la casa habitación del conversor que los dirige, la cual tiene 32
varas de largo, con su recibidor y dos cuartos, el uno de los cuales sirve de
capilla con puerta afuera. Es la obra de palizada doble o pilca francesa, con techo
de paja; tiene un corredor a la parte del patio interior, que está cuadrado y
cercado de palo a pique, y en él tiene tres cuartos, uno para despensa, otro
para cocina, y otro para el cocinero. En ocho familias que componen este
pueblo, hay 427 almas: esto es, de cristianos adultos 19, y de párvulos 34; de
adultos gentiles 233, y de párvulos 141.
Sus propiedades son casi semejantes a
las de los Mataguayos, tienen allí sus chacras de maíz, zapallos, melones y
sandías: con esta inmediación a los de su nación se espera vendrán algunos a
recibir la Santa Fe.
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